lunes, 2 de julio de 2018


Nunca vuelvas donde fuiste feliz
Cuando llegó esa mañana a la Campana poco podía imaginar lo que pasaría, pidió su café y el periódico y con la prontitud de los buenos camareros lo tenía encima de la mesa al momento, al lado de su sombrero. Como siempre empezó por el final y al llegar a las necrológicas lo  vio, era el nombre que menos esperaba, pero allí  estaba. Se puso tan nervioso que no sabía qué hacer. Pagó y se levantó. Sus pies lo encaminaron, sin saber por qué, a su casa, la calle San Vicente. Se paró enfrente, había gente entrando y saliendo, aprovechó un hueco y entró. Nadie lo paró hasta el patio, allí conoció a la hija mayor, tenía su misma cara.
-         Lo siento mucho, ¿cómo está tu madre?
-         Muy afectada, ¿quién es Usted?
-         Un viejo amigo, ¿la puedo ver?
-         Ahora se ha tomado un calmante, mejor mañana en el entierro.
Se fue muy decepcionado y esperó hasta el día siguiente, la Plaza del Salvador estaba repleta, desde lejos pudo verla, pero estaba rodeada de sus hijas y de gente que él no conocía, desistió de verla.
Esperó dos días y empezó a pasear la calle, sabía que ella saldría en algún momento, y no tardó en encontrársela tan elegante como siempre. Al principio no le reconoció, los años no pasan en balde, pero cuando lo hizo, su cara denotaba sorpresa, pero no desagrado. Tras un momento, empezaron a hablar, como si no hubieran pasado veinte años, como si sus padres no les hubieran separado, como si la política, siempre la política, no hubiera estado entre ellos.
El momento fue muy emocionante para los dos, después de tantos años se estaban hablando, pero ya no era como hacía años. Su tono de voz era muy cansado, la vida la había vencido y tras el café al que la invitó en un recóndito bar de una bocacalle a la espalda del Museo, le dijo adiós.
-         No es posible, lo pasado, pasado.
     Tantos años imaginando ese encuentro, tantos años odiándose por haberse ido, odiando a quien le obligó a irse, odiando a todos y a todo y ahora que la veía, ese odio se diluyó, simplemente la vio alejarse con esa buena figura de la que siempre había presumido y muy triste pensó que no se puede volver a donde se fue feliz…
         José Luis Álvarez Cubero
7 de octubre de 2017

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