lunes, 2 de julio de 2018

Mi vida estuvo llena de primeras veces, pero aquí en Francia en el exilio solo recuerdo las últimas veces, la última vez que vi España, la última vez que vi a mis hijos,...
La primera vez que fui  a España era tan joven. Todo era nuevo y maravilloso, hasta que vi con quién tenía que  casarme, mi tío Fernando,… tan viejo. En realidad, ser reina no era mal plan, pero dejar que me tocara ese señor mayor al que no conocía. O peor, que se acostara conmigo. ¡Qué horror! Mis padres me habían educado para ser reina y lo acepté con resignación, pero confieso que tras la primera vez me fui al excusado a vomitar de asco.
Para él no era la primera vez, ni mucho menos, no solo ya se había casado tres veces, sino que había tenido muchas amantes. El Rey nunca me hizo mucho caso, salvo cuando se acordaba de que no tenía un heredero, pero el deber nunca le llamó mucho.
 Me escogió porque era joven y sana, fui más una coneja que una esposa. De aquella odiosa relación nacieron mis dos hijas Isabel y María Luisa Fernanda. Yo las quise siempre mucho, pero entre ellas no se podían ver, los celos, que son muy malos.
En aquella corte todo eran intrigas. Mi tío Carlos María Isidro quería el trono. A mí me daba igual,  pero dejar a Isabel sin corona no me parecía correcto.  La guerra civil se estaba gestando y todos murmurando a mi alrededor. Mi marido, que era imbécil, diciendo hoy una cosa y mañana otra, que si mi hija era la heredera, que después era su hermano...
Harta de tanta soledad y tanta intriga estaba yo cuando lo vi por primera vez. Como otras veces, tuve una hemorragia nasal de viaje a mi palacio de Aranjuez y en la carroza apareció la mano del sargento que cabalgaba a mi lado ofreciéndome su pañuelo. Al verlo, tan apuesto y marcial y, sobre todo, tan joven, se me cortó… hasta la sangre. ¡Qué diferencia  con el bestia de mi marido! No se atrevía a a mirarme, pero yo lo miré cuanto quise. A partir de ahí intenté que siempre me escoltara él y cuando lo veía mi corazón daba un vuelco. Definitivamente estaba, por primera vez enamorada, una Reina enamorada de alguien que no era el Rey, creo que no era la primera, ni sería la última.

Gracias a Dios el Deseado se murió poco después, pero me dejó chica papeleta, Espartero, mi tío Carlos María Isidro y mi hija Isabel, todos peleándose por el poder,  yo nombrada regente y todas las noches pensado en mi sargento.
Entonces me lie la manta la cabeza y, por primera vez, una Reina Regente le pidió a  un hombre que se casara con ella. Su cara fue un poema, no sabía qué hacer, pero yo lo espabilé pronto. Y  en diciembre me casé con mi  sargento, Agustín Fernando, por amor. Nadie, ni siquiera mis hijas, se enteró,  un curita amigo suyo ofició la ceremonia y por primera vez pasé una noche de verdadera pasión.
¡Qué bombazo! Toda la corte poniéndome verde. ¡Qué pecado,  casarme con un plebeyo, pero, sobre todo,  casarme por mi propia voluntad, sin pedir permiso a nadie! ¡Por primera vez fui totalmente feliz!
Fdo. María Cristina de Borbón Dos Sicilias
Reina de España

José Luis Álvarez Cubero
Abril 2018

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