domingo, 5 de noviembre de 2017

 ... Era una tarde gris, plomiza. Una incesante lluvia caía en el exterior de la cafetería. Raúl no hacía más que mirar el reloj. Había quedado con una antigua compañera que la localizó por el facebook, y no acertaba a saber porque habia aceptado esa invitación. Hacía mucho tiempo que no la veía, y, la verdad, no veía ningún sentido a aquello.

La recordaba como una niña regordeta, con ese acné que castiga tanto el rostro de muchos adolescentes. No era guapa, pero tenía cierto atractivo, acentuado por que era algo alta.

Durente los años de bachillerato hubieron ciertos escarceos. Que si ... que no ... pero nada definitivo. Pero siempre hubo encuentros de las miradas a escondidas ... cómo si no quisieramos delatarnos el uno al otro ...

Estando sumido en esos pensamientos, cuanto entró por la puerta. Seguía siendo alta, muy delgada, pero ahora mucho más esbelta. Con peinado de peluquería recién hecho, se acercó a mi mesa y me besó en la mejilla ...

¿que tal andas Raúl?.

Me quedé perplejo ante lo que estaba viendo. Esa chiquilla del instituto era ahora una mujer muy atractiva, y extraordinariamente bien vestida.

¡Hola Elisa!. Me alegro de verte. Cuanto tiempo ...

Se sentó frente a mi y, dirigiéndose al camarero, pidió una copa.

¡Por favor! ¡sírvame lo mismo que a él!.

Nos miramos durante unos segundos, y nos sonreimos. Me empezaba a gustar la idea de haber quedado ...

Te preguntarás Raúl el motivo de haberme citado contigo. La verdad, desde que te pude localizar a través del grupo del instituto, tenia muchas ganas de verte. Espero que a ti también te guste la idea ...

Yo seguía viéndola bastante sorprendido. Su voz sonaba suave, pero con firmeza. Desde luego, nada de la niña dubitativa de hace tantos años ...

... hace unos meses que me he separado de mi exmarido Raúl, y con hijos ya mayores, quiero volver a llenar ese vacio que es mi vida poco a poco, y volver a recuperar viejos amigos ...

Yo la seguía eschuchando atentamente, con mi mirada fija en esa preciosa sonrisa que delataba que sabia perfectamente lo que quería y cómo conseguirlo ...

Hizo una pausa, y aproveché para tomar un sorbo de mi bebida. Una vez dejé el vaso en la mesa, me dispuse a hablar ... pero ella siguió hablando y me acarició levemente mi mano ...

¿y que es de tu vida Raúl?. Me comentó Marina que tú también te habías separado ... y que no tuvisteis hijos ...

... pues si ... - acerté a decir entre tartamudeos -. Gloria y yo nos llevamos 15 años juntos muy buenos, pero al aparecer una tercera persona todo se estropeó ... tú sabes ...

Esta vez no se limitó a acariciarme la mano, y, estrechándomela entre las suyas, me dijo:

¡me gustaría que me dieses una oportunidad! Sabes que siempre ha habido cierta química entre nosotros, y yo no te he olvidado del todo ... espero que tú pienses lo mismo ...

En ese momento, y a pesar de que el local estaba bastante concurrido, se levantó de su asiento para sentarse a mi lado.

Se acercó a mi, y en ese momento me dí cuenta de que si me sentía algo atraido por ella ... una búsqueda de las miradas ... un encuentro fugaz de los labios ... sin apenas rozarse ... lo que pudo haber sido ... y no fue ... y podrá ser a partir de ahora ... ¿quién lo sabe?

¿Dónde espera lo que no fue? Disparate:

Lo otro que pudo haber sido y no fue.


Con mi portátil nuevo me han regalado un procesador de textos 5.0. Me dijo el dependiente que venía con un corrector ortográfico muy... prudente (perdón, yo quería escribir “potente”). ¡Qué ilusión y qué deloite físico escribir en este teclado! ¡Qué ganas de escribir! Escribir por ejemplo... De niña quise ser... teóloga (no, “teóloga” no, “teóloga”, pero con “ge”). Me encantaban las piedras... en el riñón, no, sin riñones, y los canes (no, espera, “vol”, “vol-canes”). Especialmente uno que hay en Hawai-Bombay, no, solo en la isla del Pacífico. Espera que quite la paloma, que este... prudente... corrector ortográfico también trae dibrujitos, no, “-bujitos”. Pero... un momento, que no sé cómo se pueden quitar los dos brujitos, parecen como la buena y la mala con-ciencia (saber riguroso, ha aflorado una nota de color amarillo). Debe ser una llamada de atención, palabra clave … de sol Rimski Korsakov fue el autor de Sherezade. No. Espera (¿blanco por dentro y verde por fuera?). Es otra nota amarilla, otra clave... de sol Johan Sebastian Bach no compuso ninguna Ópera, pero sí varias Con-tatas (niñeras, chicas de servicio). Así debió ser, tuvo dieciocho hijos. Pero yo no quiero escribir de música. Quería contar que de niña quise ser... teóloga (con “ge”). ¡Qué... prudente es! La lava naranja (de Valencia y de Murcia) sobre la roca negra (pequeña isla baja, situada a 18 kilómetros al sudeste de las Rocas Cormorán y aproximadamente a 194 kilómetros al oestenoroeste de la isla San Pedro) tenía un efecto... hipnopédico... encima... de mí. Bien, acepto la... injerencia. Después el terremotocicleta de Guate-mala o desleal me quitó las ganas... de vivir. Se abre una ventana con el mensaje: “Prohibido seguir en esta línea autodestructiva. Para continuar pulse Control-F12”. Decido seguir, pero el teclado parece inerte. Pulso Control-F12. La pantalla se vuelve oscura y una voz masculina y seductora me dice: “¿Está usted mejor? ¿Puede continuar?” Le respondo “Sí, por favor”. Estoy hablando con mi computadora. Y ésta me escucha y me atiende. Vuelve a aparecer sosegadamente el texto. Sigo: Entonces quise ser bombera (fabricante de bombas). Una estridente sirena comienza a salir del ordenador, que grita: “¡Atención! ¡Está usted acorralada! Acaba de ser enviada una alerta a la comisaría de policía más cercana a su dirección. No se mueva. Espere unos minutos hasta que el sistema operativo vuelva a ser actualizado. Ataque terrorista posible. Ataque terrorista aún no abortado. ¡Atención! ¡Peligro! Una vida humana aún no nacida debe ser liberada. No se mueva. No haga nada. Las autoridades están en camino. Ya debe usted estar rodeada. No capte rehenes, esto solo agravaría su situación”. Todo esto a un volumen ensordecedor. No me atrevo ni a pestañear. Poco a poco va volviendo la calma, finalmente el ordenador enmudece y vuelve a aparecer el texto. Otra vez la misma voz seductora: “¡Falsa alarma! ¡Continúe, por favor!” No sé si seguir o huir. Retomo el texto. Leo: De niña quise ser... teóloga. Me encantaban las piedras... en el riñón y los... canes. Especialmente uno que hay en Hawai-Bombay, después una paloma, después dos brujitos y después dos claves de sol. La lava naranja de Valencia y de Murcia sobre la pequeña isla baja, situada a 18 kilómetros al sudeste de las Rocas Cormorán y aproximadamente a 194 kilómetros al oestenoroeste de la isla San Pedro, tenía un efecto... hipnopédico... encima... de mí. Más tarde el terremotocicleta de Guate-mala o desleal me quitó las ganas de... durar con vida o tener vida. Entonces quise ser... una de esas personas que tienen por oficio... de tinieblas extinguir... dinosarios e incendios y prestar dinero (usurero: persona que presta con usura o interés excesivo) y ayuda en cualquier otro siniestro total (suena una canción: “y es que me pica un huevo / no sé qué voy a hacer / no sé qué puedo hacer”). Cuando termina la canción estoy más relajada. El ordenador me vuelve a hablar: “¿Quiere usted seguir?”. Le respondo: “Sí, por favor”. Años después fui a la Universidad para estudiar... Histeria Colectiva. Histeria en la que yo creo estar cayendo poco a poco. “Habla usted mucho de sí misma”, dice el ordenador. “Tal vez debería usted corregir su estilo. ¿Quiere que le ayude?” “¡NO!”, grito. “¡Cállese!”. “¡Déjeme en paz!”. La pantalla baja automática y rápidamente el contraste, se queda a media luz. Casi no distingo las letras negras sobre el fondo gris. Tengo que pegar mi nariz a la pantalla para poder ver lo que estoy... o estamos... escribiendo. En la Universidad... de París que está en Sevilla, Ispal, ciudad fundada por fenicios o tartesios antes de la llegada de los romanos en el 206 a. C., si quiere saber más pulse Control-+-F11, si no, continúe escribiendo... conocí acullá al singular conjunto musical natural de Colombia y autor de La camisa negra que ahora es mi esposo y padre de mis hijos. Lo cognocí una soirée de otoño en los fosos del castillo que fue fábrica de tabacos y donde las cigarreras de Merimée cantaban aires de París mientras embestían a los toros al grito de “Cabreador”. Con la nariz pegada a la pantalla, grito: “Me cago en la puta que te parió”. La pantalla se apaga totalmente y una voz, ahora estridente, fría, ajena, cibernética, dice: “Su ordenador ha sido bloqueado. Para volver a conectarlo debe usted esperar... quince minutos.” Repite: “Su ordenador ha sido bloqueado. Para volver a conectarlo debe usted esperar... catorce minutos... cincuenta segundos”. El mensaje, incansable, no deja de reproducirse. El ordenador portátil no está enchufado a la red. Estoy a punto de arrojarlo por la ventana, pero decidimos los dos que era mejor que yo me fuera de casa a caminar por donde las calles tuviesen a bien conducirme. Las calles me trajeron aquí.

José Manuel Martínez Arias.

Lo otro que pudo haber sido y no fue:

Preparando el experimento de química observaba a mi madre que veía distraída la televisión, pero de pronto su cara cambió y noté un gesto de inquietud en ella, que inmediatamente trató de disimular.
Eso me chocó.
Mientras, preparaba la comida y me hablaba intentando aparentar una calma que no sentía.
Yo que estaba concentrada en mi trabajo de ciencias naturales, no pude evitar la curiosidad. Y como en un juego, me levanté simulando buscar algo para acercarme a ella y ver qué cosa le interesaba tanto.
En cuanto aparecí, apagó la televisión bruscamente y siguió con su cantinela gastronómica.
Era hábil y rápida, pero yo también heredé de ella esas virtudes y, modestia aparte, creo que las mejoré.
Como no quería alertarla, anduve con naturalidad y después de un “no está aquí”, cogí una mandarina y volví a la mesa. El ordenador estaba encendido, así que no me costó buscar el canal de televisión y bajando el volumen .ver qué era aquello que tan atónita había dejado a mi madre.
Entre nosotras no había secretos, por eso mi extrañeza ante ese gesto levísimo que noté y que no era habitual, de ocultarme algo.
¡Y por eso mi cara de sorpresa cuando vi la imagen!.
Allí estaba su primer amor, el chico del que se enamoró siendo una adolescente, compañeros de clase en el instituto. Un muchacho introvertido pero tenaz que aguardó pacientemente hasta conseguir que salieran juntos.
Pero la experiencia no resultó como ella soñó. Su obstinación, su cerrazón le dieron ejemplo de lo difícil que sería la convivencia futura a su lado, no tenía dudas. En una época de alegría y disfrute, para él todo adquiría una dimensión de intensidad que ella no compartía en absoluto.
Conocerlo fue una experiencia dura, él lograba dar un carácter grave a todo cuanto le rodeaba.
¿Qué quedó de todo aquello?
Aprender a decir no, con valentía.
Y así llegado el momento de la ruptura, que no fue fácil, mi madre salió victoriosa de esa empresa y continuo su camino, camino en el que más tarde aparecí yo.
Con el paso del tiempo él entró a formar parte de la vida pública y todo el mundo hablaba de él.
Y visto lo visto apenas había cambiado en este tiempo. Obsesionado con una idea que llevaría a cabo costase lo que costase, contra viento y marea.
Allí estaba el que pudo haber sido mi padre.
Allí estaba el que dejo a mi madre muda durante un segundo.
Proclamando; ….. Cataluña se convierte en un estado independiente en forma de república.
Tristeza y temor.
Después suspiré de alivio por no compartir nada de aquel hombre.
Mi madre desde la puerta, me miraba aún más infinitamente aliviada por la decisión que un día tomó.

Maribel de la Fuente.


LA ESPINITA/ TRES CANCIONES.

Toda su vida recordaría como se sentió aquellas mañanas de verano después de haber pasado cinco minutos con él. Esa sensación de ser ingrávida, de flotar, de resplandecer. De camino a su casa iba riéndose sola , sin importarle la gente a su alrededor. Tenía 19 años y estaba enamorada.

Todos los días de aquel verano se reunían, junto a otros compañeros de facultad, en una biblioteca pública. Allí estudiaban juntos aquella asignatura que se les había atravesado a todos en su primer año de carrera. Entre problemas, las horas pasaban volando. También había tiempo para las risas, esas risas que siempre e invariablemente provocaban que el bedel de turno se pasará a llamarles la atención, lo que no hacía mas que aumentar la hilaridad general. Cuando terminaban, caminaban todos juntos un trecho y, cuando se despedían del grupo, se quedaban los dos solos durante cinco minutos. Eran solo eso, cinco minutos, pero, como en la canción de Te recuerdo Amanda, a veces, la vida es eterna en cinco minutos y así quedaron para siempre, congelados en su memoria, como uno de esos momentos de la vida de perfecta felicidad.

Llegó septiembre y aprobaron todos. Los años de universidad pasaron rápidos, intensos y felices, iluminados por aquella ilusión de verlo todos los días. Pero su relación nunca pasó de ahí, no pasaron de ser buenos amigos y compañeros. Durante mucho tiempo se reprochó no haber sido más lanzada, no haberle dado alguna señal. Era en esa época demasiado ingenua e inexperta. Se le quedó clavada esa espinita y la sensación agridulce de lo que pudo haber sido y no fue.

Los años fueron pasando. Tenía un trabajo que le encantaba. Conoció a Fernando y tuvo un noviazgo feliz y un matrimonio complicado, con los altibajos propios de todas las largas convivencias. Llegaron los hijos, que fueron sus grandes amores. Vivió días felices y momentos duros. Y ahora, recien inaugurada la madurez, se sentía tranquila y en paz consigo misma. Sin embargo, él seguía apareciendo en sus sueños y lo recordaba con frecuencia, preguntándose qué habría sido de su vida, cómo sería ahora y fantanseando con un encuentro entre ambos.

Y he aquí, que un día, ese encuentro tantas veces soñado y planificado, se produce realmente. Ambos van solos. Se reconocen enseguida, se saludan con cariño. Con la excusa de un café para ponerse al día, se van contando sus vidas.

Mientras él habla, ella tiene tiempo de pensar que todas sus fantasías se están cumpliendo. A él la madurez le sienta bien, le dice que la hubiera reconocido en cualquier parte, que apenas ha cambiado. Le cuenta que se divorció hace unos meses y que le pesa la soledad. Se le ve con ganas de iniciar una relación y se muestra claramente interesado por ella.

Es su oportunidad y, sin embargo, sin saber ni siquiera por qué lo hace, cuando le llega el turno de hablar, boicotea deliberadamente toda posibilidad de que aquel reencuentro dé lugar a algo mas. Le muestra una imagen idealizada de su vida, le habla de una pareja unida en la común tarea de sacar a la familia adelante, de unos hijos que aún la necesitan mucho. Él capta el mensaje y, aunque intercambian los contactos, nunca la llama y ella tampoco lo desea.

¿Por qué actuó así? ¿Le pasó como a la Penélope de la canción de Serrat y decidió proteger su hermoso recuerdo de su peor enemigo: la realidad? ¿Fue cobardía? La conclusión a la que llega es que ,sin pensar, instintivamente, hizo lo que hubiera hecho de todas formas, era la opción lógica de una mujer madura que no podía, no quería ,jugarse lo que le había costado toda una vida construir por un espejismo de juventud.

A veces, ya sin nostalgia, mira su foto de perfil , junto a ese chat que siempre permanecerá vacío. Comprende que mas que recordarlo a él , añoraba esos cinco minutos que la hicieron florecer, pero tiene muy claro que no se puede volver a tener 20 años. Se alegra del encuentro, ahora ha sido su decisión. Se ha quitado la espinita.

Ana María Cumbrera Barroso.


ESA MOLESTA TELEPATÍA.

A mis amigas y a las hijas de mis amigas. A todas las madres e hijas y al mágico vínculo que las une.


El día comenzó como tantos otros. Eva se levantó la primera y llamó a Carolina para que se fuera preparando mientras ella hacía el desayuno. El principal y casi único objetivo que Eva se planteaba aquella mañana era no llorar. El principal y único objetivo que se planteaba Carolina era que su madre no adivinase lo que realmente sentía.

Camino de Santa Justa, encendió la radio del coche. Empezó a sonar la banda sonora de Mamma mía. Eva lo cambió ¡sólo faltaba que sonara aquella canción que siempre la emocionaba! la que canta Meryl Street mientras viste a su hija de novia ¡ya la hizo llorar cuando su hija tenía 8 años y vieron la película por primera vez!

Y ahora había llegado el momento, la temida despedida. Carol se apoya en un poste y Eva no puede evitar leer sus pensamientos como si fuera transparente. Se podría decir que ve el poste a través de ella de traslucida que le resulta, pero intenta disimularlo. La conoce tan bien, que sabe que esa habilidad suya de adivinar lo que piensa le resulta molesta, y lo sabe, porque a ella también le pasaba con su madre. Cuando se fue de casa había días que no se atrevía a llamarla por teléfono porque sabía que, con solo escuchar su voz, notaría que estaba disgustada por algo.

Carol está enfadada consigo misma. Siempre había soñado con esos meses en el extranjero ¿por qué ahora se siente tan insegura? Y lo que mas coraje le da es que su madre le esté adivinando el pensamiento, como siempre. ¡pero si cuando salía del colegio no le había dicho ni hola y ya le estaba preguntando por lo que le había pasado! Siempre se reían con una frase que decían en la película de Manolito Gafotas: “a mi madre no la contrata la CIA porque la CIA no la conoce”.

Después de sonreír con estos recuerdos, Carolina mira por primera vez a los ojos a su madre en todo el día y la ve esforzándose por distraerla, por ahuyentar sus miedos, dejando a un lado los suyos. Y de pronto piensa. “¿se me estará desarrollando a mí también la dichosa telepatía pero en sentido inverso?” Lo cierto es que ahora ella podía intuir como se sentía su madre y recordó un día, hace mucho tiempo, en el que sintió algo parecido. Era su primer día de colegio y cuando su maestra le preguntó por el motivo de su llanto, ella le contestó que lloraba por que su madre se sentiría sola sin ella. Entonces, y solo entonces, abrazó a Eva y rompió a llorar.


Ana María Cumbrera Barroso.