miércoles, 20 de octubre de 2021

El cuarto de baño:

 

Llovía, y a Jesús se le empezaba a hacer tarde. Aquel día se quería acercar a casa de sus padres a echar un último vistazo. Desde el fallecimiento de los mismos, y tras varios meses esperando, la inmobiliaria, al fin, les comunicó que tenían un comprador y sus hermanos, y no él, tenían prisa por venderla. A él nunca le gustó la idea, pero eran mayoría, aunque no tuvieran razón alguna para deshacerse de buena parte de la memoria de sus padres. Y él no quería dejar esa casa por nada en el mundo ...


Entró al fin en su calle, y pudo distinguir algunas de las antiguas tiendas que marcaron su infancia. La carniceria de Benito, la tienda de comestibles de Manola, dónde puntualmente compraba la botella de vino para su padre, la panadería de Polvillo, ...


Entró en el rellano y se encontró con una antigua vecina, de esas que se cruzaban contigo y saludaban y se interesaban por cómo estabas. La saludó y la besó, consciente de que pocos ratos cómo ese podría volver a experimentar esa sensación de bienestar.


Ya en la puerta, dudó varios instantes en cual era la llave correcta. Sera esta dorada, o no, la cerradura de arriba se abre con la alargada. Consiguió superar el umbral, y cerró tras de si. Una vez dentro, se quitó el abrigo y miró el interior de su casa. Muebles cubiertos de sábanas, cajas a medio rellenar, ventanas con las persianas cerradas ...


Notó que tenía ganas de ir al cuarto de baño. - Espero que la cisterna funcione- pensó, - no me gustaría dejar mal olor por usarlo -. Al entrar, y después de usar el inodoro, se dispuso a lavarse las manos, sonriendo divertido cuantas cosas se le habían pasado por la cabeza y miró al espejo.


... En ese momento, pudo ver la imagen de su madre lavándolo con ayuda de su hermana en un pequeño baño de cinc. Él reía contento, cuando su madre lo levantó y lo secó meticulosamente, mientras su hermana le traía la ropa interior caliente. Su madre le cantaba y le sonreía, y él aún protestaba por el celo que ponía en secarlo convenientemente.


El cerró los ojos, algo aturdido. Al momento, pudo escuchar una voz fuera del aseo. Su padre le conminaba que se diera prisa, que el coche para llevarlo a la Iglesia estaba al llegar, y que no cabía en cabeza ajena que la novia fuera la que lo esperara. Y cuidado con cortarte al afeitarte, que ese día tenías que estar impecable. Venga, vamos, que hay que ver lo que tardas en salir del cuarto de baño ...


Abrió la puerta, y allí no había absolutamente nadie. Pensó que habría descansado poco esa noche, porque no sólia tener esas alucinaciones o lo que pudieran ser.


Algo más tranquilo, se sentó en uno de los sillones del pequeño salón, y cerró los ojos reclinando la cabeza. En aquel sillón pudo disfrutar muchas días, con permiso de su padre, dueño absoluto de todo lo que se moviera en su casa, de pequeñas cabezadas. Y aquel día intuyó que le hacía falta.


No llevaba apenas 5 minutos durmiendo, cuando una voz desde la cocina le despertó. Su madre le conminaba aque estuviera más pendiente de su hijo pequeño, que ella no estaba ya para esos menesteres. Y siempre le habian dado mucho miedo los niños entrando y saliendo de la cocina.


Él acudió presuroso a ver de dónde salía esa voz tan nítida. ¡Pero si era su madre!. Una vez dentro de la cocina, evidentemente, no vió a nadíe.


¿Que me estará pasando?. Su primera intención hubiera sido salir despavorido, pero se contuvo. Él había ido con una sóla intención, e íba a cumplirla.


Para ello, cogió un vaso y, llenándolo de agua, se tomó un par de pastillas de las que llevaba en el bolsillo. Su experiencia de médico le convenció que su efecto era practicamente indoloro y rápido. Se sentó nuevamente en el sillón, y se dispuso a disfrutar en sus últimos instantes del lugar en el que fué alguna vez feliz, antes de caer en el mayor castigo al que se puede sometar a un ser humano, el olvido de los suyos ...


José María Vázquez Recio.