domingo, 27 de marzo de 2022

La carta:

 Era una fría mañana de enero y la continúa entrada de familia y amigos hacía el trance aún más insoportable. Isabel, una antigua compañera de instituto, había fallecido. Estos acontecimientos nunca me fueron gratos, pero entendí, o me jor dicho, mi mujer me hizo entender, que debía asistir.


Decidí salir un rato a la entrada posterior de la casa ya que no quería seguir sonriendo a mucha gente, a la mayoría sin conocerla.


Apenas consumí el cigarro, cuando reparé en una mujer elegantemente vestida, y que se me quedó mirando fijamente. Al darme cuenta de que no podía ser otra la persona a la que mirara, decidí hablarle. Ella, con un breve movimiento de la mano, me saludó.


¿No te acuerdas de mi, verdad Daniel? Me preguntó, y pude ver una mirada familiar en sus ojos. ¿aún te cuesta comprender a los griegos?.


Una vez dicho esto, no tuve por menos que sonreir. Era mi antigua profesora de filosofía, de tiempos de mi bachillerato en los escolapíos. Le quise dar la mano y ella, acercándome su mejilla, me dió un beso.


Disculpe Carmen, pero no la había reconocido. ¡Está usted cómo siempre!.


Una leve sonrisa asomó dentro de la tristeza de su rostro. Se secó las lágrimas, y me preguntó que había sido de mi vida después de terminar mis estudios. Le contesté que no seguí estudiando, que nunca me habían gustado demasiado los libros, y que la vida de comercial no se me había dado mal. Mujer, dos hijos en esas edad en la que uno comienza a arrepentirse de haberlos tenido, y con una vida llena de buenos momentos y de sinsabores, como la de cualquiera.


Carmen me escuchaba con atención, dejándome que terminara de contarle mi vida en pocas palabras, antes de interesarse por algo más importante. Le pregunté que tal su vida de jubilada, y me contestó que ciertamente aburrida, echando de menos lo único que le gustaba y que siempre echará de menos, a sus queridos alumnos ...


Aprovechando que salió el nombre de algún que otro compañero, Carmen me hizo una pregunta que nunca me hubiera esperado:


¿Te acuerdas del Padre Cristóbal?. Por un momento, cerré los ojos, y un mosaico de recuerdos con un eje principal, la imagen del viejo sacerdote, se me presentó, con su sonrisa engañosa ...


Claro que si, le contesté. Es difícil de olvidar Carmen ...


Carmen, apurando su cigarro, me agarró por el brazo y me llevó a un lugar aún más apartado y, hablando muy bajo, me dijo: Sabes que no fuistes el único, y que muchos compañeros tuyos sufrieron lo mismo. No estás solo. Ya sabes los problemas que me supuso enfrentarme a él y a practicamente todo el centro por sus continuos, digamoslo suavemente, muestras de cariño hacía vosotros. Pero creo honestamente que ya es hora de hacerle frente, y me gustaría contar contigo.


Una vez la escuché, me ruboricé. Ese pequeño secreto, muy escondido en el bahúl de mi memoría, se hizo de nuevo presente, y un terrible malestar se adueñó de mí. Creí, o tuve la vana ilusión, que la vida, la familia, los amigos, podrían borrar esa triste huellla, pero pude comprobar que no había sido así.


Debes apoyarme Daniel, dijo Carmen. Me cogió la mano, y apretándola fuertemente, me infundió ánimos. Sabes que no estás solo, que yo estaré, tu vieja maestra, a tu lado. Aún me siento algo responsable por no haber sabido pararlo. Nunca te podrás imaginar cuanto de mio hice vuestro sufrimiento. Ayúdame Daniel, por Isabel, por tus compañeros ... y por ti también.


Entramos de nuevo en la casa y nos acercamos dónde reposaba Isabel. Carmen me hizo un gesto, señalándome una pequeña cómoda, dónde en uno de sus cajones, entre objetos antiguos, había una carta, con esta pequeña reseña: para Daniel, mi amigo, mi compañero ...


Pude darme cuenta rápidamente que se trataba de una nota manuscrita, con su inconfundible letra. Carmen me acompañó a un pequeño sofá y, apoyando su mano sobre mi hombro, me animó a que la leyera. "Esa carta está escrita sólo para ti, me dijo, y la historia que contiene sólo es para todos aquellos que tuvieron una experiencia similiar. Eras su mejor compañero y amigo, pero este secreto nunca, quizás por vergüenza, quiso compartirlo contigo. Pero los demás lo sabíamos, y posiblemente tú también, ya que fuiste una víctima más ...


Una vez la escuché, me dispuse a leerla, a sabiendas de que me íba a encontrar con algo a lo que me resultaría difícil enfremtarme. Miré a Carmen y, con un gesto de ánimo para que siguiera adelante, comencé a leerla.


... intenté recuperarme, pero mi vida no ha sido la misma desde entonces. Han pasado ya 15 años de todo aquello, y lo sigo viviendo como si siguiera estando en el instituto. No puedo más, lo he intentado, pero no puedo. Haz lo que yo nunca me atreví a hacer, siempre fuiste más valiente que yo ... evita que otros puedan sufrir lo que he sufrido yo. No le dejes ir Daniel, no lo dejes ir ...


José María Vázquez Recio, Marzo 2022