sábado, 13 de mayo de 2023

Crónica de un matrimonio:

 

Juan y Marta se conocían desde siempre. Pertenecientes a dos familias acomodadas del Madrid de la posguerra, eran amigos desde niños. Cuando alcanzaron la adolescencia solo a ella le confesó Juan su secreto: la inevitable atracción que sentía por las personas de su mismo sexo. Ella lo sabía y, por supuesto, no le importó, la confidencia los unió más aún. Marta se sentía con Juan a sus anchas, no era un posible pretendiente. Ella soñaba con estudiar una carrera, trabajar, independizarse...pero la sociedad y su familia la presionaban para buscar marido, considerando que no había papel más importante para ella que la de ser una buena madre de familia.


Pasada la primera juventud, ambos estaban descontentos. Él por la hipocresía de su vida, siempre obligado a fingir lo que no era, ella, por la falta de libertad de la suya.


Contemplando los jardines del Retiro, desde el balcón de su habitación, Marta sentía que la vida se le iba. Había recibido una educación esmerada que no le servía de nada, pues sus padres se opusieron terminantemente a que ella trabajara. Sus amigas iban casándose, algunas tenían ya hijos . En cambio, su abultado ajuar parecía burlarse de ella. Nunca había tenido novio, los chicos de buena sociedad se espantaban ante su inteligencia clara y su forma de expresar ideas propias y poco convencionales. Y no es que le importase quedarse soltera, si eso hubiese sido sinónimo de libertad, es que para la sociedad era una solterona que de todas formas debía permanecer en la casa familiar, en la que cada día se sentía más asfixiada.


Poco a poco, una idea fue abriéndose paso en su mente, fue tomando forma y cuanto más lo pensaba, menos descabellada le parecía.


Convocó a Juan y así, de buenas a primeras, se lo soltó a bocajarro:



    • ¡Casémonos!- aquí tuvo que hacer una pausa pues tuvo un ataque de risa ante la expresión de él, entre pasmada y asustada- piénsalo tranquilamente, somos más amigos de lo que lo son las mayoría de las parejas. Te lo propongo como un pacto: tú serás libres para tener todas las relaciones que quieras, pero serás ante todos un hombre respetable. Yo espero disfrutar de la libertad que aquí me falta. Seremos un matrimonio en público, solo amigos en privado.


Juan no tuvo que pensárselo mucho, tras la sorpresa inicial, la lógica de ella lo convenció. Se prometieron enseguida, para satisfacción de las dos familias, que, por distintos motivos, suspiraron aliviados.


Su noviazgo fue de lo más divertido; lo pasaron en grande decorando su nuevo hogar y organizando la boda y el convite posterior. Y, aunque no hubo noche de bodas, también disfrutaron de una luna de miel en toda regla, viajando por el extranjero.


Así iniciaron una convivencia que se basaba en la amistad y en el respeto, en la complicidad y en la tolerancia. A veces, él se sorprendía, porque le apetecía más quedarse pasando la velada con Marta, que salir por las noches; y ella, que ahora era una mujer realizada y había seguido estudiando, disfrutaba pasando junto a él el final del día. Tenían gustos similares y, aunque no eran amantes, eran compañeros.


Lo único no programado en aquel pacto se llamó Javier, un niño fruto de la única noche en la que, después de una cena regada con demasiado vino, compartieron la cama para algo más que para dormir. Se arrepintieron en seguida, se lo tomaron a broma. Sin embargo, aquel embarazo, totalmente impensable, los llenó de alegría.


La experiencia de ser padres todavía les unió más. Juan no era como los maridos de sus amigas, se implicó, la ayudó, pudo seguir estudiando.


Con el tiempo y la madurez, descubrieron que su matrimonio era mucho más sólido que el de sus conocidos, y bastante más feliz que el de la mayoría. Nunca se arrepintieron de su pacto. Nunca se enamoraron, pero se querían. Si alguien le preguntaba a Juan quién era la persona más importante de su vida, sin dudar contestaba: -Marta, mi mujer.


Ana María Cumbrera Barroso.




La novia de la laguna:

 Era ya casi mediodia, cuando Sofía se encontraba frente al espejo de la peinadora de su dormitorio, suspirando ...


¡Vamos Mamá! ¡Date prisa!. No dentro de mucho tiempo Papá nos recogerá y no quiero llegar tarde. Juan Carlos se pone muy nervioso ... tú, mejor que nadie, lo sabes ... no hay que hacer esperar al novio más de lo necesario ...


Leonor, su fiel doncella, se sonreía. No era la primera vez que su señora la confundía. Ella, como ya le habían advertido varias veces, no estaba en la misma realidad que ellos ...


¡Señorita, ya está usted preparada. Cuando guste, llamo al cochero y la lleva a la iglesia ...!


¡Venga chiquilla, vamos! le contestaba Sofía, no sin cierto tono de enfado.

Saliendo de su habitación, buena parte del servicio se puso a verla, con algún comentario que otro jocoso, y alguna risita mal disimulada. Sofía, con toda la dignidad de sus 74 años, bajaba por la majestuosa escalera, ante la mirada divertida de todos.


¡Señora, coja mi mano. La acompaño al coche!, le dijo su cochero, haciendo un gran esfuerzo para no reirse delante de su señora.


¡Vamos Froilán, vamos, que llegamos tarde! apremiaba Sofía entre alguna que otra carcajada de la comitiva, acostumbrada ya a ver esta escena demasiadas veces.


Una vez en el coche, abrió la ventanilla, saludando a todo el mundo que quién se cruza ba. Algunos transeuntes, divertidos, le contestaban entre vítores y chanzas varias, y hasta algunos golfillos le tiraban piedras que Sofia confundía con flores a mayor homenaje de la novia.

Una vez llegados a la Laguna, con algunos veraneantes esperando cola en el bus que los llevaría a la plaza, Sofia bajó con su vestido de novia, entre el asombro y el desconcierto de los forasteros. ¿pero dónde iría esa señora vestida de novia en pleno verano, con el calor que hace?.


Fiel a su costumbre, se sentó en un pequeño banco, y empezó a pedir que se acercaran todos a felicitarla. ¿Dónde está mi padre? ¿Aún no ha llegado? ¿Quién me va a entregar a mi prometido? ¿Ha llegado ya Juan Carlos?.


El cochero se sentó en un rama de un árbol, cerca de dónde estaba Sofía. Muchas veces pensaba que su señora no debería hacer eso. El pueblo comentaba y chismorreaba mucho, y eso su señora no se lo merecía. Aunque estuviera loca, que lo estaba, pero ninguna señora del mundo se lo merecía ...


Y bien es verdad que le vida o, mejor dicho, el amor no la trató bien. Cuando llegó a la casa le contaron la historia de Doña Sofía. Un triste día de hace algo más de medio siglo, al llegar al altar, un accidente de coche provocó el fallecimiento de su prometido. La noticia tan dura se la comunicó su padre, pero Sofía nunca lo aceptó, y años tras año, como cada 9 de octubre, ella íba a la laguna para unirse a su prometido.


La tarde pasaba tranquilamente, cuando unas pequeñas gotas de lluvía hacían presagiar una tormenta de verano más.


¡Señora, está a punto de llover, y no estaría bien que se le estropeara su vestido. Podemos resguadarnos en el refugio, si le parece ...!


¡Calla! Dame una sombrilla y vete. Tengo que esperar a Juan Carlos. ¡Que novia no haría lo mismo!.


Froilán, algo apesadumbrado, le dió lo que pedía y apenas le dió tiempo de guarecerse en un refugio cercano, ya que la lluvia arreció y no quería coger una pulmonía ...


Una vez llegó al refugio, pudo ver que las aguas de la laguna estaban muy revueltas, con un oleaje muy fuerte desconocido para él, y eso que llevaba ya varios años en el pueblo. El temporal fue de menos a más, y todos los árboles eran azotados por un viento feroz. El nivel del agua crecía y crecía, acercándose cada vez más a Sofía, que seguía sentada, ajena a todo lo que estaba ocurriendo.


Froilán, viendo a su señora en peligro, corrió a su encuentro, con un viento de frente que apenas le dejaba avanzar. Le gritaba, diciéndose que saliera de allí, pero ella no le escuchaba. Sin embargo, una de las veces que la llamó, volvió su cara y pudo ver como Sofía, en medio de la tormenta, esgrimía una sonrisa de felicidad, cogiendo un pequeño anillo ofrecido por una mano que salía desde las mismas aguas ... Una vez se lo pusó, se volvió a su fiel cochero y le dijo adiós, dándole las gracias por tantos años de servicio, su vida y su mundo ya no estaban aquí. Giró su cabeza, mirando a esa laguna que tantas veces la observó, y entró poco a poco en la laguna de la mano surgida de las aguas.



                                                                                                 José María Vázquez Recio.

Mayo 2023.