domingo, 5 de noviembre de 2017

ESA MOLESTA TELEPATÍA.

A mis amigas y a las hijas de mis amigas. A todas las madres e hijas y al mágico vínculo que las une.


El día comenzó como tantos otros. Eva se levantó la primera y llamó a Carolina para que se fuera preparando mientras ella hacía el desayuno. El principal y casi único objetivo que Eva se planteaba aquella mañana era no llorar. El principal y único objetivo que se planteaba Carolina era que su madre no adivinase lo que realmente sentía.

Camino de Santa Justa, encendió la radio del coche. Empezó a sonar la banda sonora de Mamma mía. Eva lo cambió ¡sólo faltaba que sonara aquella canción que siempre la emocionaba! la que canta Meryl Street mientras viste a su hija de novia ¡ya la hizo llorar cuando su hija tenía 8 años y vieron la película por primera vez!

Y ahora había llegado el momento, la temida despedida. Carol se apoya en un poste y Eva no puede evitar leer sus pensamientos como si fuera transparente. Se podría decir que ve el poste a través de ella de traslucida que le resulta, pero intenta disimularlo. La conoce tan bien, que sabe que esa habilidad suya de adivinar lo que piensa le resulta molesta, y lo sabe, porque a ella también le pasaba con su madre. Cuando se fue de casa había días que no se atrevía a llamarla por teléfono porque sabía que, con solo escuchar su voz, notaría que estaba disgustada por algo.

Carol está enfadada consigo misma. Siempre había soñado con esos meses en el extranjero ¿por qué ahora se siente tan insegura? Y lo que mas coraje le da es que su madre le esté adivinando el pensamiento, como siempre. ¡pero si cuando salía del colegio no le había dicho ni hola y ya le estaba preguntando por lo que le había pasado! Siempre se reían con una frase que decían en la película de Manolito Gafotas: “a mi madre no la contrata la CIA porque la CIA no la conoce”.

Después de sonreír con estos recuerdos, Carolina mira por primera vez a los ojos a su madre en todo el día y la ve esforzándose por distraerla, por ahuyentar sus miedos, dejando a un lado los suyos. Y de pronto piensa. “¿se me estará desarrollando a mí también la dichosa telepatía pero en sentido inverso?” Lo cierto es que ahora ella podía intuir como se sentía su madre y recordó un día, hace mucho tiempo, en el que sintió algo parecido. Era su primer día de colegio y cuando su maestra le preguntó por el motivo de su llanto, ella le contestó que lloraba por que su madre se sentiría sola sin ella. Entonces, y solo entonces, abrazó a Eva y rompió a llorar.


Ana María Cumbrera Barroso.

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