lunes, 3 de diciembre de 2018


SU COLOR FAVORITO.

Como todas las mañanas, la maestra Sara recibe a sus niños con una sonrisa. En cuanto ellos entran en el aula, sus problemas personales pasan a otro plano de su conciencia, para centrarse exclusivamente en su trabajo. Lleva con este grupo tres años. En ese tiempo ¡han cambiado tanto! Los bebés que comenzaron con llantos Educación Infantil están ya a punto de terminarla. Los conoce muy bien a todos. Le gusta escucharlos. Sabe que esos problemas intantiles, que tan insignificantes se ven con ojos adultos, para ellos son importantes.

Cada niño es un pequeño universo que descubre el mundo con ojos maravillados. Ver cada día la vida con aquellos ojos la hacen sentirse siempre joven, aunque los años van pasando, rápidos y veloces. Ella tiene el privilegio de llevarlos de las mano a descubrir la Historia, la Ciencia, el Arte, la Literatura...sin olvidar que lo más importante es ser respetuosos, aseados y educados.

Aquella mañana, jugaron a nombrar cosas redondas y a encontrar círculos por la clase. Después se sentaron por equipos esperando que ella repartiera la ficha . Tenían que colorear un precioso globo aerostático. Mientras repartía las bandejas de colores dio las últimas instrucciones:

    • Acordaos de repasar antes el filo y rellenad sin rayones. Podéis pintarlo con vuestro color preferido.

Mientras se pasea por las mesas. Sara comprueba lo que ya esperaba; a pesar de que ella lucha por cambiar ciertos estereotipos, la elección mayoritaria de las niñas ha sido el rosa, color del que invariablemente los chicos huyen. Bueno, todos no. Antoñito blande con un gesto de triunfo la última cera rosa que quedaba en la bandeja. Sus ojos brillan ilusionados, lo mismo que cuando la saludó al entrar y lo primero que le susurró al oído es que llevaba en la mochila la Barbie de su hermana.

No puede evitar sentir una predilección especial por este pequeño. Antoñito es rubio, de apariencia angelical, siempre está alegre. Su momento preferido del día es cuando pueden jugar en los rincones. Siempre sale corriendo para que nadie le quite el disfraz de hada. En el recreo juega con las niñas – los niños son muy brutos seño-. Su mejor amiga es Paula, que a sus 5 años es la encarnación de la femineidad en miniatura. Siempre pide sentarse a su lado y contempla embelesado su vestido, sus lazos y sus horquillas de colores. Los demás niños de la clase lo quieren mucho, ya se ha encargado ella de decirles que todos y cada uno de ellos es diferente, único y maravilloso. La pena es que, lo que es natural para unos niños, no lo es para los adultos. Los padres de Antoñito le han pedido varias tutorías. No la escuchan cuando ella resalta sus logros académicos, al padre especialmente solo hay una cuestión que le preocupa: tiene que obligar a Antoñito a jugar con niños. Por más que ella le explica que no puede , ni debe, interferir en sus juegos, el padre es implacable, si Antoñito sigue jugando solamente con niñas lo cambiará de colegio.

Por desgracia, el tiempo se encargó de demostrar que aquello no era una simple amanaza. Antoñito no volvió al colegio ,el curso siguiente lo matricularon en otro centro y, aunque otros alumnos pasaron por la vida de Sara, el chiquillo siempre ocupó un lugar especial en sus recuerdos.

Unos años después, sentada a la mesa de una terraza con su familia, Sara observa que la camarera, una preciosa chica rubia, no deja de mirarla.

    • ¡Seño Sara!

¡Ese brillo en la mirada!... Sara se concentra intentando recordar un rostro infantil que encaje con esas facciones ,pero la muchacha se adelanta y le dice:

    • Ahora todos me llaman Toñi.

Aquel feliz reencuentro termina con Toñi sentada en medio de aquella reunión familiar, charlando de mil cosas: las dificultades por las que había pasado y su añoranza por su antiguo colegio, donde había sido tan feliz.

Aquella noche, antes de dormirse, Sara recuerda con emoción sus agradecidas palabras:

    • Fueron años difíciles. Pero había algo que siempre me animaba a seguir luchando: su recuerdo y el de nuestra clase de Infantil. Pensar que había existido un lugar donde fui aceptada tal como era me dio esperanza y me empujó a luchar por ser yo misma.

Antes de abandonarse al sueño, Sara agradeció mentalmente, una vez más, su suerte por tener el trabajo más bonito del mundo.

Ana Mª Cumbrera Barroso.




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