viernes, 28 de diciembre de 2018


El Pozo

Todos los años era mi lugar de vacaciones. Casa de los abuelos, compartiendo piscina de goma y tardes de siestas estivales larguisimas guardando silencios no deseados por imperativo de nuestros mayores, y tardes de feria de verano, con sabor a cena temprana y helados de chocolate ...

Era ya medianoche. La casa de los abuelos ofrecia una convivencia infantil con tus primos que siempre gustaba, pero que ofrecia, a los que utilizábamos el cuarto de baño por la noche, el riesgo de tener que atravesar un eterno pasillo, hasta el corral, dónde estaba el aseo ... y el pozo.

Muchas veces aguantaba toda la noche sin querer ir, pero había que ir ... noche estrellada, silenciosa, solo interrumpida por el cri cri nocturno de los grilos ... y alli estaba el pozo ...

Siempre mirándolo de reojo, en la noche oscura, sin darte cuenta que te atraía hacia él, de una manera descontrolada ... la curiosidad, o quizás morbo infantil, te empujaba a verlo ... ¡cuán profundo era!

Era otra de esas noches. Ví, con sorpresa, cómo desde el borde de ese pozo, surgia ella ... con su pelo largo, tapando sus facciones, y con su dedo índice diciéndome que me acercara ...

Corrí hacia mi cama, con esa convicción y rapidez que te solo dan tus cinco años ... sin querer mirar hacia atrás ... e intentando no sacar tu cabeza de debajo de las sábanas ...

Cuando me desperté todo había pasado. Seguí disfrutando de mi verano, y el día, o los días, pasaban deprisa, sin prácticamente poder reparar en ellos ... y volvía a llegar la noche ...

... y entonces, tendría que ir otra vez al cuarto de baño, y tener que pasar por delante del pozo ... aquel maldito pozo ...

... y allí estaba, otra vez, ella, con su pelo negro, y su bata blanca, con su dedo indice señalándome, y pidiéndome que me acercara a ella, a su lado, a su pozo ...

... y tentado por esta situación inexplicable, con mucho, mucho miedo, me acerqué, y me dejé llevar ...

... ella, sin pronunciar palabra, me agarró suavemente a la mano, y tiró de mi ... no me lo podía creer, los dos, juntos, caimos por el fondo del pozo, gritando, llorando, muertos de miedo ... mi peor pesadilla se estaba haciendo realidad, y no podía hacer nada ...

Al día siguiente, una vez que desperté de tan terrorífica pesadilla, seguí disfrutando de otro gran verano en familia, en el pueblo, en la casa de mis abuelos, pero ya, por la noche, no volví a sentir más miedo al pasar por el pozo ...


José María Vázquez Recio
Diciembre 2018

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