viernes, 8 de marzo de 2024

La sospecha de Elena:

 

El restaurante estaba lleno. La persistente lluvia que caía hacía que prácticamente no hubiera una mesa libre. Entre el gentío, Juan pudo ver que alguíen le hacía señales con la mano para que se sentara a su lado.


Se acercó, con el rictus serio, ya que no le apetecía para nada acudir a esa reunión. Habían pasado demasiados años, y no quería remover lo pasado. Pero no tuvo más remedio que acudir a esa cita.Al fin y al cabo, era su hermano ...


Se dieron la mano poco cordialmente, y recibió una invitación para sentarse. Juan asintió, y sin más preámbulos, le preguntó a su hermano que quería.


¡Así recibes a tu hermano Juan!. Esperaba que te lo tomaras mejor hombre.


Dime Julián, le contestó Juan, ¿A que viene esta?. Ya hace más de 3 años que no nos vemos. ¿Qué juego te traes entre manos?.


Un camarero acudió a la mesa, y no dió crédito a lo que estaba viendo. Los dos hombres que la ocupaban eran idénticos, quizás con mejor pinta el de su izquierda ... pero eran iguales.


Buenas tardes. ¿Qué van a tomar?, les preguntó sin dar crédito aún a lo que veía.


Café para ambos, por favor, le contestó Julián, al que la situación le divertía mucho.


Una vez que el sorprendido camarero fue a la barra para pedir las bebidas, Juan se incorporó acercándose a su hermano, y con un gesto agresivo le preguntó que quería, dinero, otra vez, por desaparecer otra temporada hasta que se volviera a quedar sin blanca ...


Tranquilo hermanito. Afortunadamente, con la generosa cantidad que me transferiste, tengo para mucho tiempo. Pero no todo es dinero sabes ..., y también sabes o debes saber que deseo algo que no te pertenece ...


Juan, algo nervioso, comenzó a morderse los nudillos. Aquellos años en la cárcel, por un crimen que el no cometió, pero que todos los testigos presenciales lo señalaron sin ningún tipo de dudas ... él pudo decir dónde estuvo, porque tenía coartada, claro que la tenía. Pero suponía hacerle daño, mucho daño, quizás irreparable, a Elena, su mujer. Aquellos años en que, sin saberlo, su hermano le suplantó en su empresa, en su casa, en su propia cama. Elena nunca supo, ni sabría, que aquel hombre que la acompañó y compartió varios años con ella y con sus hijos fue un impostor. Elena no tendría que saberlo nunca, y ese dolor, tras años y años sufriéndolo él en silencio, no lo pasaría ella ...


¡Juan, en que piensas!. No le des más vueltas a la cabeza hombre. Sólo te pido una noche, ni siquiera un día entero. Saldrías con cualquier pretexto de tu casa, quedamos en algún lugar, nos intercambiamos la ropa, ya que tenemos prácticamente la misma talla ... y al día siguiente, vuelves a tu casa, y todos contentos.


Juan no daba crédito a lo que estaba escuchando. Bastante duro fué, tras los 3 años de condena, saber que nadie, nadie le echó de menos. Bastante duro fué cuando, al llegar a la empresa, su empresa, todo el mundo lo recibió como si no hubiera pasado nada. Bastante duro fue, cuando su hermano lo fue a recoger a prisión, que le contara como le había usurpado en todo lo que más quería ...


Está bien. ¿Cuándo quieres hacerlo?


Julián sonrió, sabiendo que su hermano lo aceptaría, porque Juan no permitiría que Elena, su Elena, se enterara del enorme engaño que sufrió en esos 3 años.


¿Porque no esta noche?. Te daría tiempo de cenar, acostar a los niños ... no me apetece tener que ver otra vez a esos mocosos ... Yo esperaré en la habitación de los invitados, con uno de tus pijamas puesto ¿tienes alguno repetido?. O no hace falta, en la oscuridad Elena no podría diferenciar un pijama de otro.


Juan se levantó enojado, y echando unas monedas sobre la mesa, se dirigió a la salida del local.


Julián lo observó divertido. Nunca aprendería que, entre ambos hermanos, él era el más listo.


En la barra del local, una mujer presenció la escena, impacible. Unas gafas oscuras y una peluca obraron el milagro del anonimato. Pudo ver la discusión entre ambos hermanos. Pudo ver el gesto de impotente perdedor de uno de ellos. Pudo ver, también, el gesto de euforía del que se quedó en la mesa. Avisó al camarero, pagó lo que había consumido, y se fué. No tenía nada màs que hacer allí. Había visto lo que tenía que ver.


Ya por la noche, Elena terminó de leer un libro apoyada en la almohada, besó a su marido y le pidió que no tardara en apagar la pequeña lamparilla. Juan se levantó, con la excusa de ir al cuarto de baño, dejando a su mujer dormida.


En apenas 5 minutos, Julián entró en el dormitorio, y, a oscuras, quiso acariciar los hombros de su cuñada, pero no se percató que en la cama no había nadie. Se desconcertó, pero prefirió esperar. La luz del cuarto de baño estaba encendida, y probablemente Elena estaría allí cuando ... algo le comenzó a apretar en el cuello. Luchó, pataleó, pero no pudo o no supo zafarse. Sus ojos prácticamente se salían de su rostro y, tras una terrible agonía, cayó como un muñeco roto en la cama.


En la penumbra, alguíen recogió a Julián, no sin grandes esfuerzos, para meterlo en una pequeña bolsa gris. Alguíen ya tenía preparadas unas cuerdas para izar el cadaver por la ventana, dónde el coche aguardaba con el portalón trasero abierto. Alguíen tramó este sórdido plan, la misma persona que siempre dudó de que su marido fuera, realmente, su marido ...





José María Vázquez Recio, Febrero 2024

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