lunes, 15 de noviembre de 2021

La cabalgata:

 

La víspera de Reyes, siempre ha sido y será, mi día preferido del año. Cuando me lanzo a la calle en busca de la cabalgata, siento en el estómago los mismos nervios de siempre. Ese cortejo de la ilusión tiene el poder de sacar fuera a la niña que sigue viviendo dentro de mi. Si algún día veis que no voy a ver la cabalgata, preocupaos por mí, sin duda me ocurrirá algo grave.


Mientras espero el alegre desfile me siento transportadas a otros tardes mágicas. Es como un viaje lleno de dulce nostalgia.


El primer recuerdo que tengo de la cabalgata se remonta a mi primera infancia, me veo a mí misma llorando por la inquietud que me causaba pensar que iba a ver realmente a los reyes magos, los mismos que habían adorado al Niño Jesús hace muchísimo tiempo. Pensar en esos poderes mágicos de los reyes, esos seres capaces de viajar en el espacio y en el tiempo, me provocaron un llanto nervioso, del que, afortunadamente, me recuperé pronto. Esas cabalgatas de mi niñez siempre las veía acompañada de mi familia. Quedábamos con todos los tíos y primos. Todos los chiquillos nos poníamos en primera fila -privilegio de ser niños- y cuando empezaba el cortejo, iniciábamos la divertida batalla de competir a ver quien cogía más caramelos.


Después llegaron las cabalgatas de mi adolescencia y mi juventud. Recuerdo una muy especial. Mi novio y yo habíamos quedado con otra pareja. Ella no llevaba mucho tiempo en Sevilla. Aquella chica no cabía en sí de asombro cuando nos vio a los tres matándonos por los caramelos, tirándonos al suelos y hasta dándonos empujones. Los tres jóvenes circunspectos se habían convertido en tres energúmenos, que se mataban por unos dulces. Al año siguiente, aquella chica, que con el tiempo se convirtió en una de mis más queridas amigas, participó en la divertida batalla como la que más.


Luego vinieron las cabalgatas de la infancia de mis hijas. Suponía verlo todo de nuevo a través de sus inocentes miradas, ser ahora yo la reina maga que haría realidad sus ilusiones.


Ningún año me perdí la cabalgata, ningún año dejé de recuperar la ilusión. Pero hubo una Navidad en la que la cabalgata no acudió a su cita con la ciudad. Una maldita pandemia nos hizo ver que nada de lo que creíamos inmutable lo era, que éramos vulnerables, que todo era posible. Aquel año descubrimos que puede nevar en primavera.


Aquella víspera de reyes no hubo pues ninguna cabalgata, sin embargo, aquella noche vi en mis sueños, a una niña que lloraba porque sus emociones la habían desbordado, a una joven que se asombraba por la transformación de sus amigos y a dos niñas preciosas que, en mi memoria, serán siempre niñas. En mi sueño, la cabalgata de reyes, salió expresamente para ellas.

Ana María Cumbrera Barroso. Noviembre 2021.

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