jueves, 2 de junio de 2022

Un monstruo viene a verme:

 

La ventana se quedó abierta, y no dejaba de hacer ruido al no terminar de cerrarse. Lidia, aún adormilada, se levantó para cerrarla, y de camino fué al baño. A oscuras, pudo sentarse en el inodoro, y algo viscoso manchó sus piés desnudos. Sin prestarle más atención, se los limpió como pudo, y se metió nuevamente en la cama. Apenas se hubo acostado, cuando un ruido desconocido hizo que centrara su atención. Sus padres estaban al otro lado de la casa, y sus hermanos dormían plácidamente.


El ruido de pisadas hizo que su alerta aumentara. Entrebrió la puerta de su habitación, y la figura de alguién blandiendo una arma se dibujó en la pared de la escalera. Presa del pánico, buscó donde esconderse. ¿En el armario?. No, sería el primer sitio dónde miraría cualquiera. Se decidió por fin a meterse debajo de su cama, pudiendo ver, a ras de suelo, cómo alguien abría lentamente la puerta. Sólo pudo ver unos pies desnudos, de alguíen muy joven. Escuchó cómo se volvió sobre sus pasos, encaminándose hacia las otras habitaciones. Un grito ahogado, una voz, cree que la de su padre, implorando ayuda, y un golpe seco que le puso fin. A los pocos minutos, en la habitación de sus hermanos, gritos de dolor y pidiendo auxilio ahogados por golpes que provocaron un intenso silencio ...


Lidia se llevó las manos a la boca, mordiéndose los dedos para no gritar, con los ojos llenos de lágrimas. Su corazón palpitó desmesuradamente, sin poder controlar su estado de ansiedad. Ella estaba allí, e íba de un extremo a otro de la habitación, buscándola. De pronto la asesina apoyó sus rodillas y agachó su cabeza para ver por debajo de la cama. Lidia apretó los puños, con el instinto de defenderse, cuando alguién asomó la cara con una sonrisa cruel en su rostro pudiendo ver rastros de su propia mirada. Era ella misma, mirándola con la frialdad de un corazón helado.

José María Vázquez Recio, mayo de 2022.

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