domingo, 9 de septiembre de 2018


DE AMORES Y AMORÍOS VERANIEGOS

Acababa el día. Maribel y José Manuel veían desde su terraza la puesta de sol. Por delante, muchísimos turistas disfrutaban de un buen día de playa. Estaban cogidos de la mano, y disfrutaban de la atardecida con la misma ilusión de sus casi 50 años juntos ... era su mejor momento del día ...

Isabel y Pepe se acababan de conocer. Él era estudiante de filología, ella estudiaba Derecho. Los presentó un primo de él que los conocía a ambos, o eso al menos creían. Salían en una pandilla improvisada, de esas que se forman apresuradamente ... el tiempo de vacaciones no sólía ser demasiado largo, pero siempre intenso ... cómo todo lo efímero y bueno ...

Era una noche más de feria, de esas ferias veraniegas que se celebran bajo un calor de justicia, o eso quería creer ambos. Ella, vestida de gitana, íba con el grupo de la facultad no muy convencida, pero cómo no tenía nada mejor que hacer ... Él también se apuntó a última hora, y por ese persistente compañero que siempre le decía ... ¡para quedarte en casa aburrido leyendo y leyendo ...!. Al poco de encontrarse en la portada, ella le miró a él primero. Le llamó y, por que no decirlo, le gustó esa imagen de verdadera timidez que dejaba entrever aquel muchacho con gafas y ojos dulces ...

José Manuel siempre vio en Maribel a la mujer de su vida. Lo supo desde el primer momento. Aquel verano del 65, en pleno concierto de los beatles en Madrid, lo intuyó. Escuchando a su grupo favorito, y rodeados de muchísima gente, sus manos se acariciaron primero, para después entrelazar algunos dedos ... sus miradas se cruzaron, y ya supieron que siempre serían inseparables.

El grupo salió algo más tarde de lo normal. Isabel pensó que se les haria tarde. Pepe la tranquilizó. No habría ningún problema en volverse juntos un rato antes ... o bastante antes ... Ella, aún previendo las intenciones de él, tuvo que reconocerse a si misma que la idea la atraía, y le apetecía sobremanera ... ¿se atreverá a decirle algo sobre sus sentimientos?.

Llegaron a una caseta. Él pregunto a su compañero, o inesperado celestino, que cómo se llamaba aquella chica morena de ojos claros que íba de flamenca. Él se sonrió - para no haber querido venir, íba demasiado deprisa, pensó – y, disimulando una sonrisa pícara, le dijo que su nombre era Esperanza ...

Una vez fuera del concierto, se dejaron llevar por el grupo para tomar algo en una más que improvisada velada. Los alrededores del estadio estaban llenos de gente, y encontraron a duras penas un lugar donde sentarse. Coincidieron al azar, o no, uno al frente del otro, y Maribel esbozó una tímida sonrisa y, volviendo la mirada distraidamente hacia la barra donde sus amigos pedían algo para picar, se dió cuenta de que José Manuel no la dejaba de observar ...

Volvían por las calles de arena de playa. Isabel no apartaba la mirada del suelo, y Pepe se decidió a ponerle su mano derecha sobre sus hombros. Ella, al principio, se sobresalto, pero se dejó llevar, con esa falsa inocencia de quién sugiere y espera. Al momento, su cabeza reposó en el hombro de él y, al cabo de unos segundos, intercambiaron un primer beso lleno de inexperiencia e ilusión.

Ella bailaba con una amiga. ¡Pepelu!, escuchó tras de sí. ¡Anda, sal, e invítala a bailar! ¿tú sabrás bailar algo no?. Esperó impacientemente a que acabara la cuarta de aquella sevillana interminable, y se acercó a ellla ... Ella, sorprendida de que aquel muchacho que le pareciera tan tímido la abordara, aceptó con una bonita sonrisa su ofrecimiento. ¡pues al final no bailaba nada de mal!.

Una vez fuera del restaurante, José Manuel propuso a Maribel si le apetecía que la acompañara a casa. Total, era aún temprano y los amigos, cómo todos los buenos amigos que se precien deben hacer, se dieron cuenta inmediatamente de que aquello prometía ... o al menos esa era la impresión que tenían todos, comentándolo entre sonrisas y miradas cómplices.

Ya en su portal, Isabel observó que sus padres veían la televisión, sentados en la terraza del apartamento. Pepe lo observó también y, cogiéndola por la cintura, la apartó hacía una cancela a salvo de miradas paternas y, con toda la dulzura de la que pudo hacer gala, selló con un beso el primer encuentro con ella.

Después de tomar algo de comer y beber en la caseta, Pepe Luis le propuso a Esperanza que salieran de la caseta. Quería estar un rato con otros amigos, y le pareció muy buena idea – el tiempo le terminaría dando la razón -que le acompañara. Ella aceptó, posiblemente porque le comenzaba a gustar más de lo debido para ser el primer encuentro.

Maribel miró a Jose Manuel. Él seguía distraidamente el movimiento del oleaje. Ella vio en él, 50 años después, a aquel chico con el que disfrutó aquel concierto como nada hasta entonces. El tiempo dictó que fué algo más que un amor de verano ...

Pasaron las horas y los días, con esa rapidez con la que se acaba siempre lo bueno. Era su última noche, y estaban sentados ambos sobre la arena de la playa. Isabel se mostraba triste, y con una sensación de nostalgia que presagiaba que a ella se le íba a hacer interminable la espera hasta el próximo verano. Pepe la abrazaba, y entre beso y beso, la reconfortaba diciéndole que no sólo íba a esperarla para el próximo verano, sino para toda la vida ...

Eran cerca de las 3 de la mañana. Cansados, pero muy felices, se despidieron bajo la luminosa portada. Sería el final de una inolvidable noche, y el comienzo de una feliz relación de ambos.

Postdata: ... cualquier parecido con la realidad no es, para nada, pura coincidencia.


José María Vázquez Recio

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