lunes, 5 de marzo de 2018


OJOS GRISES

... había una vez una mujer joven, que andaba por ese parque florido cómo solo se puede ver en una primavera cualquiera,con esa tranquilidad de quién sabe que no tiene quién la espere. Veía a los niños jugar, felices, con madres y padres apostados en los bancos al acecho de cualquier imprevisto ... observaba con esa mirada triste y envidiosa de haber querido tener hijos, y no haberlo conseguirlo ...

¡Alicia, incorporese!¡ayúdeme por favor!

... seguía dando su paseo, cómo lo hacía todas las tardes a esa hora ... había tenido un día duro en clase. Los niños cada vez se portaban peor. Muchos de ellos buenos chicos, pero con esa indolencia que dá la edad temprana, sin saber que se pueden hacer mucho daño con sus actos y más con sus palabras ...

¡Muy bien, Alicia! ¿le apetece cenar?

... paseaba y paseaba. Se decidió a sentarse en un banco. A su lado estaba sentado un hombre joven. Lo miró de reojo y se dió cuenta de que él hizo lo mismo. Disimuló algo buscando algo en su bolso cuando él le habló ...

En un momento le traemos la cena y le ponemos algo en la tele. ¿que le parece?

Ella no le atendió. Parecía un joven agradable, pero ella ya estaba cansada de esos escarceos que no llevan absolutamente a nada ... o eso creía pensar ...

¿que hay?. ¿buen día de parque, verdad?

Su sonrisa era agradable y atrayente. Ella le contestó con lo primero que se le vino a la cabeza. No tenía ganas de hablar, y menos con un desconocido aburrido y, a lo peor, algo oportunista ...

¿viene a menudo por aquí? Yo casi todos los días. Me acompaña mi hijo pequeño, Diego. Es aquel, el que está en el columpio.

Le miró con gesto cansado. No le apetecía tener otra conversación trivial. Solo quería descansar un rato y seguir con su paseo rutinario.

¡Estos niños! ¡no se puede uno relajar con ellos! ¿usted tiene hijos?

Le miró otra vez. ¡Será posible que no se dé cuenta de que no me apetece hablar nada!.

No, estoy paseando un rato, le respondió. Y ya me quiero ir a casa.

¿dónde vive?

Dudó un instante. No era amiga de confiar en desconocidos, y le señaló un punto en la lejanía, donde se podían ver hileras de edificios alineados donde se almacenan tantas familias, tantas vidas ...

¡Pues me pilla de camino!. ¿Le parece que andemos un rato?. Ya se está haciendo de noche ... ¡Diegooooo!

Diego acudió a la llamada de su padre, y le extrañó que estuviera con una desconocida. Desde que su madre los dejó ..., nunca más había vuelto a ver a su padre con nadie ...

Alicia, ¿le pongo un almohadón en la cabeza?. Creo que así se sentirá más comoda ...

Ella vió al chiquillo acercarseles. Se le veía risueño, y al acercárse a su padre le dió un sonoro beso en la mejilla.

¡Mira Diego! ¡hoy no nos volvemos solos a casa! Nos acompaña esta señorita de nombre ...

¡Alicia!. Me llamo Alicia. Si les parece, nos podemos ir ya ... tengo un poco de prisa, sabe ...
Iniciaron el camino de vuelta hablando, con Diego encima de los hombros de su padre. Él se mostraba muy abierto y simpático. Alicia escuchaba y escuchaba, y notó poco a poco que ese hombre albergaba un buen corazón ...

¡Alicia, son las 10! ¡Es la hora de su medicación!. ¿prefiere agua o leche?

Siguieron caminando por el parque. Al poco, ella, con la primera excusa que se le ocurrió dijo que ya estaba cerca de casa, y que era hora de separarse. Con un gesto cariñoso, dió un beso al pequeño Diego, y se disponía a irse cuando él la cogió de la mano.

¿porque no nos acompaña, Alicia?. Diego y yo solemos tomar algo en una cafetería de esta calle. Al pequeño le encantaría que viniera con nosotros ... ¿verdad Diego?.

El pequeño asintió. Siempre le entristecía el camino de vuelta del parque, y cambiar jugar con sus amigos para volver a su casa, con la única ilusión de ver, cómo cualquier otro día, un rato la televisión con su padre hasta que sus párpados le pesaran demasiado.

Bueno, no venia con esa idea. Vale, les acompaño, pero sólo un rato ...

Ese gesto, y la alegría que despertó en sus acompañantes, fue el comienzo de uno de los escasos en que fue inmensamente feliz ...

¡Alicia, por favor, no llore más! Voy a tener que quitarle las fotos de su familia. No me gusta verla triste ...

Alicia asintió. A sus 80 años echaba de menos poder pasear, y contemplar niños jugando en el parque. Una vez más, se le inundaron de lágrimas sus bellos ojos grises ...




José María Vázquez Recio.

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