viernes, 12 de julio de 2019


El novio de Sara.

Al atardecer, Sara, junto a su madre y abuela, cruzaban el amplio zaguán donde terminaban tanto su casa cómo sus escasas vivencias, y se disponían a sentarse en la calle para ver, cómo cualquier otro día, el trasiego de gente paseando por la calle principal del pueblo.

Era el único rato que salía a la calle. Con algo de costura en la falda, y con esa mirada triste y distraida que tenía, Sara observaba las pandillas de muchachos pasando por su portal, indiferentes a lo que allí había. Su madre, a la que no se le escabapa una, solía animarla, diciéndole que más pronto que tarde alguno de ellos repararía en ella. No en vano, le decía, era una chica joven. Sólo tenía 35 años. Le quedaba mucho tiempo en la vida ...

Atrás quedan los recuerdos de un matrimonio desdichado ... ¿te acuerdas mamá? Solias decirme que tuviera paciencia, que me conformara, que los hombres son todos así ... ¡y que me importaba a mí cómo eran todos los hombres, mamá!

Sara, imbuida en estos pensamientos, miraba con envidia a esos muchachos. ¡Que suerte tenían de tener amigos, y una vida lejos de las 4 paredes de su casa!. Observaba ensimiasmada cómo reían, charlaban, y cómo bromeaban entre si. Para ella, en la distancia de su infinita melancolía, suponía en la mayoría de las veces el único consuelo que tenía al cabo del día ...

¡Cómo podías tenerme tan engañada, mama! ¿Te acuerdas que te decía una y otra vez que me pegaba, y tú mirabas, tragándote las lágrimas, hacia otro lado? ¡Cómo pudiste engañarte y, lo que es peor, engañarme durante tanto tiempo, mamá! ¡sus palizas, esas palizas de borracho que tuve que soportar ante tu mirada conformista y cómplice!

Sin embargo, algo cambió una de esas tardes. En un momento que estaba enhebrando una aguja, vió por el rabillo del ojo cómo alguíen la observaba. Se hizo la distraida, volvió la cara y, efectivamente, alguíen la miraba. Al percatarse esta persona de que Sara se había dado cuenta, bajó la mirada, e hizo cómo si conversara con una amiga.

Sara se quedó un poco aturdida. Volvió su mirada a su costura, sin saber cómo reaccionar. Bueno, pensó, habrá sido una mirada curiosa sin más importancia Sara, que estás deseando que alguíen se fije en ti ... ¡serás boba!.

Estaba en estos pensamientos cuando observó que alguíen se sentó a su lado. No se atrevió a levantar su mirada, y sólo pudo ver que ni su abuela ni su madre estaban en ese momento a su lado. Al fin la miró, y vió a una chica con una sonrisa y unos ojos muy alegres. Ella, sin mediar palabra, la cogió por la mano, apretándola dulcemente y, a continuación, la besó en la mejilla. El rubor de una extraña sensación subió por las mejillas de Sara, sin entender que le estaba pasando. A continuación, se le acercó al oido para decirle algo. Sara sonrió, asintió y, dejando todo lo que tenía de costura en la silla, la cogió de la mano para sentirse protagonista también tanto en el paseo cómo en su propia vida.

Junio 2019
José María Vázquez Recio

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