Nunca
vuelvas donde fuiste feliz
Cuando
llegó esa mañana a la Campana poco podía imaginar lo que pasaría, pidió su café
y el periódico y con la prontitud de los buenos camareros lo tenía encima de la
mesa al momento, al lado de su sombrero. Como siempre empezó por el final y al
llegar a las necrológicas lo vio, era el
nombre que menos esperaba, pero allí
estaba. Se puso tan nervioso que no sabía qué hacer. Pagó y se levantó.
Sus pies lo encaminaron, sin saber por qué, a su casa, la calle San Vicente. Se
paró enfrente, había gente entrando y saliendo, aprovechó un hueco y entró.
Nadie lo paró hasta el patio, allí conoció a la hija mayor, tenía su misma
cara.
-
Lo siento mucho, ¿cómo está tu madre?
-
Muy afectada, ¿quién es Usted?
-
Un viejo amigo, ¿la puedo ver?
-
Ahora se ha tomado un calmante, mejor
mañana en el entierro.
Se
fue muy decepcionado y esperó hasta el día siguiente, la Plaza del Salvador
estaba repleta, desde lejos pudo verla, pero estaba rodeada de sus hijas y de
gente que él no conocía, desistió de verla.
Esperó
dos días y empezó a pasear la calle, sabía que ella saldría en algún momento, y
no tardó en encontrársela tan elegante como siempre. Al principio no le
reconoció, los años no pasan en balde, pero cuando lo hizo, su cara denotaba
sorpresa, pero no desagrado. Tras un momento, empezaron a hablar, como si no
hubieran pasado veinte años, como si sus padres no les hubieran separado, como
si la política, siempre la política, no hubiera estado entre ellos.
El
momento fue muy emocionante para los dos, después de tantos años se estaban
hablando, pero ya no era como hacía años. Su tono de voz era muy cansado, la
vida la había vencido y tras el café al que la invitó en un recóndito bar de
una bocacalle a la espalda del Museo, le dijo adiós.
-
No es posible, lo pasado, pasado.
Tantos años imaginando ese encuentro,
tantos años odiándose por haberse ido, odiando a quien le obligó a irse,
odiando a todos y a todo y ahora que la veía, ese odio se diluyó, simplemente
la vio alejarse con esa buena figura de la que siempre había presumido y muy
triste pensó que no se puede volver a donde se fue feliz…
José Luis Álvarez Cubero
7 de octubre de
2017
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