Mi vida estuvo llena de
primeras veces, pero aquí en Francia en el exilio solo recuerdo las últimas
veces, la última vez que vi España, la última vez que vi a mis hijos,...
La primera vez que
fui a España era tan joven. Todo era
nuevo y maravilloso, hasta que vi con quién tenía que casarme, mi tío Fernando,… tan viejo. En
realidad, ser reina no era mal plan, pero dejar que me tocara ese señor mayor
al que no conocía. O peor, que se acostara conmigo. ¡Qué horror! Mis padres me
habían educado para ser reina y lo acepté con resignación, pero confieso que
tras la primera vez me fui al excusado a vomitar de asco.
Para él no era la
primera vez, ni mucho menos, no solo ya se había casado tres veces, sino que
había tenido muchas amantes. El Rey nunca me hizo mucho caso, salvo cuando se
acordaba de que no tenía un heredero, pero el deber nunca le llamó mucho.
Me escogió porque era joven y sana, fui más
una coneja que una esposa. De aquella odiosa relación nacieron mis dos hijas
Isabel y María Luisa Fernanda. Yo las quise siempre mucho, pero entre ellas no
se podían ver, los celos, que son muy malos.
En aquella corte todo
eran intrigas. Mi tío Carlos María Isidro quería el trono. A mí me daba
igual, pero dejar a Isabel sin corona no
me parecía correcto. La guerra civil se
estaba gestando y todos murmurando a mi alrededor. Mi marido, que era imbécil, diciendo
hoy una cosa y mañana otra, que si mi hija era la heredera, que después era su
hermano...
Harta de tanta soledad
y tanta intriga estaba yo cuando lo vi por primera vez. Como otras veces, tuve
una hemorragia nasal de viaje a mi palacio de Aranjuez y en la carroza apareció
la mano del sargento que cabalgaba a mi lado ofreciéndome su pañuelo. Al verlo,
tan apuesto y marcial y, sobre todo, tan joven, se me cortó… hasta la sangre. ¡Qué
diferencia con el bestia de mi marido!
No se atrevía a a mirarme, pero yo lo miré cuanto quise. A partir de ahí
intenté que siempre me escoltara él y cuando lo veía mi corazón daba un vuelco.
Definitivamente estaba, por primera vez enamorada, una Reina enamorada de
alguien que no era el Rey, creo que no era la primera, ni sería la última.
Gracias a Dios el
Deseado se murió poco después, pero me dejó chica papeleta, Espartero, mi tío
Carlos María Isidro y mi hija Isabel, todos peleándose por el poder, yo nombrada regente y todas las noches pensado
en mi sargento.
Entonces me lie la
manta la cabeza y, por primera vez, una Reina Regente le pidió a un hombre que se casara con ella. Su cara fue
un poema, no sabía qué hacer, pero yo lo espabilé pronto. Y en diciembre me casé con mi sargento, Agustín Fernando, por amor. Nadie,
ni siquiera mis hijas, se enteró, un
curita amigo suyo ofició la ceremonia y por primera vez pasé una noche de
verdadera pasión.
¡Qué bombazo! Toda la
corte poniéndome verde. ¡Qué pecado, casarme con un plebeyo, pero, sobre todo, casarme por mi propia voluntad, sin pedir
permiso a nadie! ¡Por primera vez fui totalmente feliz!
Fdo. María
Cristina de Borbón Dos Sicilias
Reina de España
José Luis Álvarez
Cubero
Abril 2018
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