SU COLOR
FAVORITO.
Como todas
las mañanas, la maestra Sara recibe a sus niños con una sonrisa.
En cuanto ellos entran en el aula, sus problemas personales pasan a
otro plano de su conciencia, para centrarse exclusivamente en su
trabajo. Lleva con este grupo tres años. En ese tiempo ¡han
cambiado tanto! Los bebés que comenzaron con llantos Educación
Infantil están ya a punto de terminarla. Los conoce muy bien a
todos. Le gusta escucharlos. Sabe que esos problemas intantiles, que
tan insignificantes se ven con ojos adultos, para ellos son
importantes.
Cada niño
es un pequeño universo que descubre el mundo con ojos maravillados.
Ver cada día la vida con aquellos ojos la hacen sentirse siempre
joven, aunque los años van pasando, rápidos y veloces. Ella tiene
el privilegio de llevarlos de las mano a descubrir la Historia, la
Ciencia, el Arte, la Literatura...sin olvidar que lo más importante
es ser respetuosos, aseados y educados.
Aquella
mañana, jugaron a nombrar cosas redondas y a encontrar círculos por
la clase. Después se sentaron por equipos esperando que ella
repartiera la ficha . Tenían que colorear un precioso globo
aerostático. Mientras repartía las bandejas de colores dio las
últimas instrucciones:
- Acordaos de repasar antes el filo y rellenad sin rayones. Podéis pintarlo con vuestro color preferido.
Mientras se
pasea por las mesas. Sara comprueba lo que ya esperaba; a pesar de
que ella lucha por cambiar ciertos estereotipos, la elección
mayoritaria de las niñas ha sido el rosa, color del que
invariablemente los chicos huyen. Bueno, todos no. Antoñito blande
con un gesto de triunfo la última cera rosa que quedaba en la
bandeja. Sus ojos brillan ilusionados, lo mismo que cuando la saludó
al entrar y lo primero que le susurró al oído es que llevaba en la
mochila la Barbie de su hermana.
No puede
evitar sentir una predilección especial por este pequeño. Antoñito
es rubio, de apariencia angelical, siempre está alegre. Su momento
preferido del día es cuando pueden jugar en los rincones. Siempre
sale corriendo para que nadie le quite el disfraz de hada. En el
recreo juega con las niñas – los
niños son muy brutos seño-. Su mejor amiga es Paula, que a
sus 5 años es la encarnación de la femineidad en miniatura. Siempre
pide sentarse a su lado y contempla embelesado su vestido, sus lazos
y sus horquillas de colores. Los demás niños de la clase lo quieren
mucho, ya se ha encargado ella de decirles que todos y cada uno de
ellos es diferente, único y maravilloso. La pena es que, lo que es
natural para unos niños, no lo es para los adultos. Los padres de
Antoñito le han pedido varias tutorías. No la escuchan cuando ella
resalta sus logros académicos, al padre especialmente solo hay una
cuestión que le preocupa: tiene que obligar a Antoñito a jugar con
niños. Por más que ella le explica que no puede , ni debe,
interferir en sus juegos, el padre es implacable, si Antoñito sigue
jugando solamente con niñas lo cambiará de colegio.
Por
desgracia, el tiempo se encargó de demostrar que aquello no era una
simple amanaza. Antoñito no volvió al colegio ,el curso siguiente
lo matricularon en otro centro y, aunque otros alumnos pasaron por la
vida de Sara, el chiquillo siempre ocupó un lugar especial en sus
recuerdos.
Unos años
después, sentada a la mesa de una terraza con su familia, Sara
observa que la camarera, una preciosa chica rubia, no deja de
mirarla.
- ¡Seño Sara!
¡Ese
brillo en la mirada!... Sara se concentra intentando recordar un
rostro infantil que encaje con esas facciones ,pero la muchacha se
adelanta y le dice:
- Ahora todos me llaman Toñi.
Aquel feliz
reencuentro termina con Toñi sentada en medio de aquella reunión
familiar, charlando de mil cosas: las dificultades por las que había
pasado y su añoranza por su antiguo colegio, donde había sido tan
feliz.
Aquella
noche, antes de dormirse, Sara recuerda con emoción sus agradecidas
palabras:
- Fueron años difíciles. Pero había algo que siempre me animaba a seguir luchando: su recuerdo y el de nuestra clase de Infantil. Pensar que había existido un lugar donde fui aceptada tal como era me dio esperanza y me empujó a luchar por ser yo misma.
Antes de
abandonarse al sueño, Sara agradeció mentalmente, una vez más, su
suerte por tener el trabajo más bonito del mundo.
Ana Mª
Cumbrera Barroso.
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