Colores.
Juan
estaba sentado con su abuelo. Era una de esas pocas tardes que estaba
con él, escuchándole y disfrutando de esas historias que sólo
podía contárselas él, llenas del misterio que siempre conseguía
llamar su atención de niño con apenas 12 años de edad ...
Abuelo,
¿ que colores tiene para ti la vida?
Pues
hijo, colores de banderas, estandartes, que defienden causas
ilegítimas o falsamente legítimas. Guerras sin cuartel para cambiar
el color o colores de una bandera por otro, por cambiar una bandera
tricolor por otra bicolor ... por defender a varios afortunados de
sangre color azul derramando sangre de color roja inocente ...
colores demagógicos bajos los cuales se defienden causas poco
recomendables, aún ahora ...
Colores
bajo los que se defienden privilegios de antaño, anacrónicos,
totalmente desfasados. Colores bajo los que se rememoran historias
viejas mal enterradas, que no interesan a nadie ... o a casi nadie
...
Colores bajo los que están los intereses de algunos sobre los
intereses de la mayoría ... mayoría que aún se mantiene
aletargada, inerte, sin ser consciente de lo que se dilucida ...
Guerras
fratricidas en nombre de banderas o símbolos que a casi nadie dice
nada. Enfrentamientos entre vecinos, hermanos, familias, que se ven
separados de la noche a la mañana, cada uno en una trinchera,
defendiendo algo en lo que creían o creían creer ...
Colores que enfrentan a hombres contra semejantes por no tener el
mismo color de piel, sin saber que todos, bajo esa exigua capa, somos
más iguales de lo que nos imaginamos ... ¡estúpidos!
Colores bajos los que muchos han padecido. Otros, sin embargo, han
acumulado riquezas y otros ... otros se han limitado a observarlo
desde la barrera de la indiferencia, aunque ya avisó Bertold Brech
de lo que les podía pasar a los indiferentes, aquellos que piensan
que nada, o casi nada, va con ellos.
Colores distintos que han provocado odios, miedos, guerras. Colores
que algunas veces han provocado diferencias religiosas, de creencias,
cuando a lo mejor todos terminan creyendo en un mismo Dios ... ¡que
importa la superficie de nuestra piel si lo mejor están en nuestro
interior!
Se
hizo tarde. El abuelo, apoyando su brazo izquierdo sobre el pequeño,
y el otro sobre su fiel perro guía, emprendió el regreso a su casa,
intentando controlar las lágrimas de no poder disfrutar de la cara
de asombro del pequeño ...
José
María Vázquez Recio
No hay comentarios:
Publicar un comentario