LA REBELIÓN
DE LOS NIÑOS SIN NOMBRES.
Hoy era un
día importante. Era el primer día de colegio de Manolito. Acababa
de llegar con su familia al pueblo, lo que significaba que no conocía
a nadie, iba a ser “el nuevo” y estaba un poco asustado.
Su padre lo
despidió con un abrazo y le dijo con mucho cariño:
- Ya verás como te va a ir muy bien. ¡Ya mismo te estoy recogiendo gordito!
Su maestra
lo cogió de la mano y entraron en su clase de Infantil de 5 años.
Se lo presentó a sus compañeros diciendo su nombre, pero un chico
alto exclamó nada mas verlo:
-¡Parece
un botijo! Y Botijo se le quedó.
Aquel día
Manolito descubrió dos cosas: la primera, que en el cole ser
gordito era motivo de risa y no una palabra cariñosa como él creía
. Y la segunda, que en su clase Fran era quien realmente mandaba y no
la seño, por eso, los demás niños tampoco tenían nombre. Si una
niña era alta la llamaba Girafa, si un chico era bajito le decía
Enano. Solo Fran conservaba su nombre.
Cuando
llevaba unas semanas en el colegio y ya empezaba a hacer amigos,
Manolito tomó una decisión: habló con todos los niños de la clase
menos con aquel abusón.
-¿De
verdad os gusta que os llamen así?
-No, decían
ellos, ¿pero qué podemos hacer?
-¡Tenemos
que recuperar nuestros nombres! ¡Ya veréis!
Desde aquel
día, cada vez que Fran los llamaba por alguno de aquellos nombres
tan feos, todos los demás coreaban:
-¡No se
llama así, se llama Laura! ¡No se llama así, se llama Manolito!
Lo más
divertido fue que hasta la señorita se unió a los coros.
Fran
comprendió que ya no tenía ningún amigo y que tenía que cambiar
si no quería quedarse solo.
Y así fue
como los niños de la clase de Manolito recuperaron sus nombres.
Ana Mª
Cumbrera Barroso. Marzo 2018
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