El sueño.
Juan se
preparaba, como cualquier otra mañana, para ir al colegio. Pero esa
no era una mañana cualquiera. Su madre le acababa de preparar el
desayuno y, con un beso muy fuerte en su frente, quiso animarlo. Juan
se echó a llorar, con ese llanto inconsolable del que ha perdido a
su padre para siempre ... ¿que te pasa hijo?, le preguntó su madre.
¡Anda anímate!. Esta noche he vuelto a soñar con papá ..., le
dijo. No te preocupes hijo, le contestó su madre, es difícil tanto
para ti como para mi. Piensa que papá nos observa a ambos desde el
cielo. Se pondría muy triste si te ve así ...
Juan se
marchó a su colegio, como cualquier otra mañana. Al llegar a la
puerta del mismo, vió a una niña que se despedía de su padre ...
y volvió a echarse a llorar desconsoladamente. Una mano se apoyó en
su hombro. Era su maestra. ¡Juan! ¡anímate! ¡!Vamos a darles los
buenos dias a tus compañeros y verás que pronto te animarás!. Lo
siento señorita, le contestó Juan. He visto a esa niña despedirse
de su papá y he recordado cuando mi padre me despedía todas las
mañanas, antes de entrar en clase ...
Al salir de
clase, como cualquier otra tarde, juan quedó con sus amigos para
jugar a la pelota en su patio. Al rato, algunos padres acudieron al
lugar de juegos, y el se volvió a ver solo volviendo a su casa ...
Por la
noche, se sentó a cenar solo, con su madre, cómo cualquier otra
noche. Antes de comenzar, cerró sus ojos e imaginó a su padre
preparándole su cena, y bromeando sobre cualquier anécdota del día.
Al volver a abrir sus ojos, vió a su madre con los ojos enrojecidos,
posiblemente de llorar más por su hijo que por ella misma ...
Tras ver un
rato la televisión, Juan se fue a su cama, donde esperaba que su
madre le contara un pequeño cuento que le hiciera conciliar el
sueño. Siempre se lo contaba su padre. Él contaba unos cuentos
preciosos, y conseguía que juan se lo pasara en grande antes de
dormirse. Cuando llegó su madre, Juan se quedó dormido con estos
pensamientos ...
Al rato,
Juan se despertó. En la oscuridad, pudo ver por la ventana una
estrella fugaz que iluminó la noche cerrada. En ese momento, sintió
una leve presión de alguien apoyándose en su cama. Alguien le
sonreía, con sus ojos observándole entre lagrimas, y su mano le
acarició su mejilla suavemente. Juan le sonrió, y saliendo de su
cama en sus brazos, salieron padre e hijo juntos hasta la eternidad.
Jose María
Vázquez Recio.- Marzo/2019
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