PARIS
EN PRIMAVERA.
La
primera vez que estuvo en París iba de la mano de Jaime. Tenía
veinte años, la cabeza llena de sueños y toda la vida por delante.
Jaime era su primer amor y la persona con la que quería pasar el
resto de su vida. Vital, idealista...el compañero de viaje ideal.
Fueron días perfectos. Días llenos de amor, de risas, de paseos
por el Sena, de pic-nic en los jardines … Cinco días intensos que
le proporcionaron recuerdos para toda una vida. No podía imaginar
entonces que aquél sería su único viaje juntos.
Unas
manitas en su cara hicieron que abriera los ojos. Era Luis, su
pequeño.
-Mamá
despierta , el avión va a aterrizar.
Su
mirada se cruzó con la de Alfonso, su marido, sentado en la otra
fila con Alicia, su hija mayor. Sin palabras se coordinaron : no
soltar a los niños, coger los equipajes, no separarse...Solo tuvo
tiempo de lamentar en su mente, una vez más, que París fuera su
destino. Había intentado elegir otro, pero la ilusión de sus hijos
por ir a Dineyland había sido más fuerte.
No
pudo evitarlo. Durante los siguientes dos días fue una autómata que
andaba, comía y hablaba, pero su espíritu no estaba allí, había
vuelto al pasado, volvía a ser joven, muy joven, volvía a estar
enamorada, volvía a recorrer con Jaime las calles y bulevares de
París en primavera. La más bella primavera de su vida. Juntos
descubrían por primera vez la Torre Eiffel completa al doblar la
esquina del Trocadero, se perdían juntos en el Louvre , corrían
bajo la lluvia de aquellos inesperados chaparrones de París y se
maravillaban cuando el sol volvía a salir entre los nubarrones que
surcaban aquel cielo tan azul y ambos desayunaban croisanes hasta
hartarse. Eran recuerdos que nunca había compartido con nadie. A
veces, tenía que contárselo a sí misma para convencerse de que fue
real. Cuando volvieron de París, Jaime le dijo que le habían
propuesto trabajar en Médicos sin fronteras. Al principio se
escribían casi a diario, hasta que las cartas se espaciaron y
dejaron de llegar. Nunca rompieron, simplemente se distanciaron. Sus
caminos en la vida tomaron rumbos distintos.
-Mamá,
mamá. -De nuevo la voz de su hijo la devolvió al presente. Fue como
salir de un túnel, como despertar de un sueño, de un pesado letargo
.El chiquillo buscaba su mirada y lo mismo hacía Alicia e incluso
Alfonso, de pie al otro lado de aquella habitación abuhardillada
donde el sol entraba a raudales. -¿veremos hoy a Mickey?
En
ese momento sintió tanto amor, que supo que era allí ,con ellos y
en ese momento, donde quería estar. Con Jaime recorrió un corto
trayecto, pero eran ellos, sus niños y su marido, sus compañeros en
el viaje de la vida. Era el momento de crear nuevos recuerdos.
Abrazando a ambos niños contestó:
-¡Pues
claro que veremos a Mickey. Y a Minnie, a Goofy, a Frozen...A TODOS!
Alfonso
suspiró aliviado mientras que una amplia sonrisa se dibujaba en su
rostro. Hacía mucho que sabía su historia con Jaime. Encontró unas
cartas en un cajón y sabía donde se marchaba ella cuando se
mostraba ausente, como en los dos últimos días . Afortunadamente,
había regresado. Una vez más, había vuelto a su lado.
Ana
María Cumbrera Barroso
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