¿Lujuria?
...
eran cerca de las nueve. Él estaba tendido, boca arriba,
esperándola. Con una sonrisa limpia, afectuosa. Ella se acercó ...
con esa mirada cómplice de toda pareja perfecta ... compenetrada ...
condenada a amarse por y para siempre ... con una fidelidad
inquebrantable hasta el final de sus días ... ese amor fuerte,
desinteresado y generoso ...
Ella
lo miró, y posó sus manos sobre su cuerpo, suavemente. Él se
estremeció, y, mirándola, la invitó a que siguiera. Sus manos
tocaron suavemente sus hombros, su pecho, con ese convencimiento del
que le está provocando bienestar sin ningún tipo de apremio, con
parsimonia, simplemente el placer por el placer. Le acarició sus
muslos, sus nalgas ... cómo sólo una mujer saber sacar tus mejores
suspiros de frenesí de ti mismo, cómo sólo ella sabe hacerlo,
despacio ... lentamente ... la realidad fluía ajena a ellos,
distante ...
Cuando
estaba con lo ojos cerrados, ella se acercó a él y le dió un
sonoro beso en la mejilla. Un beso con todo el afecto y el amor que
sólo la mujer de tu vida es capaz de regalarte ... por supuesto, ...
tu madre ... a tus cinco meses de vida ... ¡quién si no!.
José
María Vázquez Recio
Mayo
2018
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