OJOS
GRISES
...
había una vez una mujer joven, que andaba por ese parque florido
cómo solo se puede ver en una primavera cualquiera,con esa
tranquilidad de quién sabe que no tiene quién la espere. Veía a
los niños jugar, felices, con madres y padres apostados en los
bancos al acecho de cualquier imprevisto ... observaba con esa mirada
triste y envidiosa de haber querido tener hijos, y no haberlo
conseguirlo ...
¡Alicia,
incorporese!¡ayúdeme por favor!
...
seguía dando su paseo, cómo lo hacía todas las tardes a esa hora
... había tenido un día duro en clase. Los niños cada vez se
portaban peor. Muchos de ellos buenos chicos, pero con esa indolencia
que dá la edad temprana, sin saber que se pueden hacer mucho daño
con sus actos y más con sus palabras ...
¡Muy
bien, Alicia! ¿le apetece cenar?
...
paseaba y paseaba. Se decidió a sentarse en un banco. A su lado
estaba sentado un hombre joven. Lo miró de reojo y se dió cuenta de
que él hizo lo mismo. Disimuló algo buscando algo en su bolso
cuando él le habló ...
En
un momento le traemos la cena y le ponemos algo en la tele. ¿que le
parece?
Ella
no le atendió. Parecía un joven agradable, pero ella ya estaba
cansada de esos escarceos que no llevan absolutamente a nada ... o
eso creía pensar ...
¿que
hay?. ¿buen día de parque, verdad?
Su
sonrisa era agradable y atrayente. Ella le contestó con lo primero
que se le vino a la cabeza. No tenía ganas de hablar, y menos con un
desconocido aburrido y, a lo peor, algo oportunista ...
¿viene
a menudo por aquí? Yo casi todos los días. Me acompaña mi hijo
pequeño, Diego. Es aquel, el que está en el columpio.
Le
miró con gesto cansado. No le apetecía tener otra conversación
trivial. Solo quería descansar un rato y seguir con su paseo
rutinario.
¡Estos
niños! ¡no se puede uno relajar con ellos! ¿usted tiene hijos?
Le
miró otra vez. ¡Será posible que no se dé cuenta de que no me
apetece hablar nada!.
No,
estoy paseando un rato, le respondió. Y ya me quiero ir a casa.
¿dónde
vive?
Dudó
un instante. No era amiga de confiar en desconocidos, y le señaló
un punto en la lejanía, donde se podían ver hileras de edificios
alineados donde se almacenan tantas familias, tantas vidas ...
¡Pues
me pilla de camino!. ¿Le parece que andemos un rato?. Ya se está
haciendo de noche ... ¡Diegooooo!
Diego
acudió a la llamada de su padre, y le extrañó que estuviera con
una desconocida. Desde que su madre los dejó ..., nunca más había
vuelto a ver a su padre con nadie ...
Alicia,
¿le pongo un almohadón en la cabeza?. Creo que así se sentirá más
comoda ...
Ella
vió al chiquillo acercarseles. Se le veía risueño, y al acercárse
a su padre le dió un sonoro beso en la mejilla.
¡Mira
Diego! ¡hoy no nos volvemos solos a casa! Nos acompaña esta
señorita de nombre ...
¡Alicia!.
Me llamo Alicia. Si les parece, nos podemos ir ya ... tengo un poco
de prisa, sabe ...
Iniciaron
el camino de vuelta hablando, con Diego encima de los hombros de su
padre. Él se mostraba muy abierto y simpático. Alicia escuchaba y
escuchaba, y notó poco a poco que ese hombre albergaba un buen
corazón ...
¡Alicia,
son las 10! ¡Es la hora de su medicación!. ¿prefiere agua o leche?
Siguieron
caminando por el parque. Al poco, ella, con la primera excusa que se
le ocurrió dijo que ya estaba cerca de casa, y que era hora de
separarse. Con un gesto cariñoso, dió un beso al pequeño Diego, y
se disponía a irse cuando él la cogió de la mano.
¿porque
no nos acompaña, Alicia?. Diego y yo solemos tomar algo en una
cafetería de esta calle. Al pequeño le encantaría que viniera con
nosotros ... ¿verdad Diego?.
El
pequeño asintió. Siempre le entristecía el camino de vuelta del
parque, y cambiar jugar con sus amigos para volver a su casa, con la
única ilusión de ver, cómo cualquier otro día, un rato la
televisión con su padre hasta que sus párpados le pesaran
demasiado.
Bueno,
no venia con esa idea. Vale, les acompaño, pero sólo un rato ...
Ese
gesto, y la alegría que despertó en sus acompañantes, fue el
comienzo de uno de los escasos en que fue inmensamente feliz ...
¡Alicia,
por favor, no llore más! Voy a tener que quitarle las fotos de su
familia. No me gusta verla triste ...
Alicia
asintió. A sus 80 años echaba de menos poder pasear, y contemplar
niños jugando en el parque. Una vez más, se le inundaron de
lágrimas sus bellos ojos grises ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario