¿navidad
con ángel?
Erase
una vez una tarde de paseo navideño. ¡si, si, de paseo navideño!.
¿y porque recalco lo de navideño?. Porque dificilmente podría
ocurrir lo que voy a relataros en otra época del año ...
Hacía
frio, mucho frio. Deambulaba por las calles del casco antiguo en
busca de algún sitio dónde me ofrecieran una copa fría y un lugar
caliente dónde refugiarme ... de tanto niño con globo, madre con
bolsa plena de gasto superfluo ... perdón, de regalos ... y por fin
encontré mi paraiso ...
Era
una pequeña taberna, con una luz taciturna lo suficiente para no
verle la cara a nadie y no tropezarse con el escalón de la entrada
... ni con ningún imbécil que se cruzara ...
Una
vez pedida mi copa, miré el reloj. Eran casi las 10 de la noche, y
el camarero estaba limpiando unos vasos con una paño.
Estaba
con mi cabeza dando más vueltas de las deseables a mis problemas,
cuando se sentó un hombre a mi lado.
¡Buenas
noches! ¿puedo sentarme?
Miré
a mi alrededor y noté que todas las mesas estaban vacias. No
entendía porqué tenía que compartir mesa con un desconocido ...
además, no quería ser mal educado, pero no me apetecía soportar
una conversación más vacía para mi y llena de tópicos navideños
...
¿Cómo
te encuentras? ¿Eres Julio, verdad?
Levante
la mirada y lo observé. ¿Quién narices era y cómo sabía mi
nombre?. En ese momento le íba a preguntar cuando ...
¡Tranquilo!
No te voy a molestar, pero veo que estabas demasiado sólo y triste,
y vengo a saber porqué.
Mire
usted, si no le importa, me apetece estar sólo. Me voy a tomar una
copa y me voy a casa a ..
¿Te
espera alguíen Julio?, me preguntó poniéndome su mano sobre la
mía, sin dejarme tiempo a terminar mi frase.
Le
miré contrariado. No me apetecía que esta noche, esta maldita
noche, nadie ni nada me fastidiara más. Quería pasarla tranquila.
Julio,
debes intentar pasar página. Nadie tiene culpa de lo que te ha
pasado ...
¿quién
es usted?, le pregunté.
Alguién
que sabe de ti más que tú mismo ...
¡Oiga,
no le consiento ...!
Tranquilio,
Julio. Sólo quería que te sintieras algo mejor. Te llevo observando
desde hace varios días. No paras en casa, llevas varios días que
tal cómo sales de tu trabajo, te llevas todo el día fuera de casa
...
Le
miré con enfado, pero reconociéndole que tenía razón. Desde el
accidente de coche que tuve y en la que perdí a mi familia no
acertaba a reconducir mi vida ... o lo que me quedaba de ella ...
Vamos
a salir a la calle ... termínate la copa ...
Hice
lo que me dijo, y me dejé coger por el brazo. En ese momento, vi con
extrañeza que era de día ...
Estabamos
los dos delante de mi casa. Yo me disponía a coger mi coche, y
escuché la voz de mi hija...
¡Papá,
venga, arranca el coche! ¡mamá baja ya ...!
La
vi como si no la conociera, perplejo. En eso escuché la voz de mi
mujer ...
¡vamos
julio! ¡Se nos hace tarde!
Arranqué
el coche, y emprendimos el camino. Miraba por el retrovisor y no daba
crédito a lo que veía ...
No
sabia a ciencia cierta a dónde tenía que dirigirme. Mi mujer estaba
ocupada peinando a mi hija y, en ese momento, se me cruzó aquel
camión otra vez ...
Me
hice con mi coche cómo pude, evité chocar con aquel muro y lo frené
a tiempo antes de que nos embistiera de ... nuevo.
En
ese momento, apoyé mi cabeza en el volante ... volví a notar una
sensación fria en mi cabeza y...
¡oiga,
oiga!. Era el camarero ...
¡que
ya es hora de cerrar!
Me
levanté para irme a casa, y apenas acertaba a cruzarme con gente que
corría de un lado a otro, a recoger a familiares, amigos ...
Llegué
a mi portal, y me sorprendí al ver luces encendidas en mi casa ... y
más cuando miré a mi ventana ...
¡Papá,
papá! Me gritaba mi hija cómo una loca para que subiera a casa que
me estaban esperando ...
...
parece que el destino te dá una segunda oportunidad ...
José
Mª Vázquez Recio.
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