martes, 16 de diciembre de 2025

Laura:

 

Llovía torrencialmente. Laura se encontraba sola en su

departamento. Con una taza de café en sus manos,

sorbo a sorbo, intentaba buscarle explicación a lo

ocurrido.

No habían pasado ni 15 minutos desde la llamada de

Carlos. De ella solo pudo recordar los reproches de

su marido, demasiados. Ella ya no podía soportarlo.

Sus aventuras, sus continúas infidelidades, debían

acabar. Pero esa era una esperanza que cada vez

tenía menos posibilidades de cumplirse. ¡Pero es que

ella lo queria!

El sonido de la puerta sonó sorpresivamente. ¿Quién

sería?, se preguntó. Al abrir la puerta, su marido

irrumpió en la casa.

Lo siento Laura!, le dijo. - Tenemos que hablar ...

Laura lo siguió, viendo como Carnos no dejaba de

gesticular, sin apenas reparar en lo que decía.

Creo que no puedo responder a tu cariño, le dijo-.

Lo mejor es que nos separemos ...

Laula comenzó a llorar. Las primeras lágrimas, sin

poder evitarlo, asomaron por sus mejillas. Carlos no

quiso decirle más. Soltó el paraguas en la entrada, y

se dispuso a hacer una maleta con lo primero que

encontrara ...


¿Sabes?, le dijo Carlos, sin apartar la mirada del

armario. Tengo la sensación de que nunca te he

merecido. Eres, y lo sabes, una mujer maravillosa,

pero nunca he sabido corresponderte ...

Ella, muy nerviosa, no terminaba de aceptar la

escena que ocurría delante de ella. Se le acumulaban

muchas preguntas para hacerle, pero las palabras no

salían de sus labios ...

¿Porque? ¿Quién? ¿Desde cuándo? ... eran palabras

que se agolpaban en su cabeza, sin poder pronunciar

ninguna. Le costó tomar conciencia de sus presuntas

infidelidades. Algunas amigas o conocidas siempre

supieron más de sus aventuras y escarceos

amorosos, y se lo advertían. Pero ella lo quería

demasiado, a pesar de todo ...

Carlos, cerrando la maleta, miró de un lado a otro.

Parecía que estaba buscando algo. Al fin, se dirigió

a la peinadora del dormitorio. En él, un retrato de

su hijo con ambos presidía el mueble. Carlos miró

detenidamente a Laura y, tras vacilar un momento,

metío la foto en la maleta.

Discúlpame, le dijo, pero es de las pocas fotos en la

que salimos los 3 juntos. Espero que no te importe

...

Laura seguía impávida, sin capacidad de reacción:

¿Porqué Carlos?, se preguntaba. ¿Qué te ofrece ella


que no te lo dé yo? ¿Amor, consuelo?. Eran

preguntas que se agolpaban en su mente sin poder

pronunciarlas.

Carlos pasó delante de ella, sin mirarla. Se

dirigió a la puerta de la casa y, al abrir la puerta

para salir,no pudo evitar detenerse. Se dió la vuelta

y la pudo ver. Laura estaba al pié de la escalera,

con sus manos cubriendo su rostro, bañado en

lágrimas.

¡Por fin ha dejado de llover!, acertó a decir, sin

demasiado convencimiento. Miró el paraguas, aún

mojado. Ya volveré por él, y por otras cosas que no

puedo llevarme ahora. Lo siento Laura.

El sonido de la puerta al cerrarse fue el

desencadenante. El llanto contenido por fin salió, y

Laura no pudo aguantar más.

Pasaron las horas, y ella seguía allí, sentada en

uno de los escalones, sin poder levantarse. No tenia

ganas de nada, y no sabía que hacer. Cogió su móvil,

y llamó a María, su hermana.

¡Ven!, fue la única palabra que acertó a decir.

Se escuchó el clic de colgar al otro lado. En apenas

15 minutos, se escuchó un coche aparcando en el

jardin.


Sonó el timbre y, viendo que su hermana no

acudía, María abrió con las llaves que tenía.

Laura, cariño, ¿que ha pasado?, fue lo único

que pudo decir María, al ver a su hermana en ese

lamentable estado, antes que viera como rompió a

llorar, desconsoladamente.

- Se ha ido, María - balbucía Laura- - Se ha ido,

esta vez para siempre ...-

María se abrazó a ella, sin apenas poder

pronunciar palabra. Buscó en su bolso, a ver si

llevaba algún pañuelo. Miró a su alrededor, y no

pudo encontrar nada que ofrecer a a Laura para

enjugar sus lágrimas. Dejó a su hermana sentada en

el sofá, y al mirar distraidamente a la entrada pudo

ver, con sorpresa y estupor, que un paraguas que

creía perdido yacia apoyado en la puerta ...


José María Vázquez Recio, Diciembre 2025

La hermana:

 

Mientras abrazaba a su hermana, deshecha en llanto, la mirada de María divisó un paraguas junto al que acababa de dejar en el paragüero. También era  suyo. Carlos lo cogió en el último momento, cuando sintió la lluvia golpear los cristales.



Carlos, el marido de su hermana. No podía recordar ninguna época de su vida en que no lo hubiese amado. Cuando lo conoció, ya como novio de Laura, ella no tendría más de diez años. Él la trató siempre como a una hermana pequeña, la niña con quien jugaba mientras esperaba que Laura terminase de arreglarse. Siempre fue su confidente, le contaba todo, sobre sus estudios, sus amigas, los chicos insoportables de su edad…¡Carlos era tan diferente a aquellos niñatos que no sabían relacionarse sin bromas de mal gusto y frases hirientes! Por eso se convirtió en su ideal. Nunca se planteó siquiera la posibilidad de que se fijase en ella, pero, a medida que se hacía mayor y empezó a salir con chicos, a todos los comparaba con él, y no salían ganando precisamente.



Los años pasaron, Laura y Carlos se casaron, y entre su cuñado y ella siguió existiendo siempre esa relación de complicidad que, con el tiempo, se transformó en una profunda amistad. Se veían muy a menudo y siempre acababan charlando y riendo por cualquier cosa.



Un día coincidieron a la salida del trabajo.  Acabaron en una cafetería, como tantas veces y, sin embargo, algo había cambiado en la mirada de Carlos. No había luz en sus ojos. Le confesó que se sentía asfixiado por la rutina, que no era culpa de Laura, pero que no podía evitarlo. Aquella quedada semanal se convirtió en rutina, un día cayeron en la cuenta de que ninguno de los dos le había hablado a Laura de estos encuentros. Otro día, sin saber como, sus manos se entrelazaron, y ya no pudieron soltarse.



Fue el suyo un amor vivido con total intensidad, porque estaban convencidos de que sería efímero, por lo imposible de sus circunstancias. Muchas veces intentaron dejarlo, pero sus recaídas no hacían más que reavivar la pasión que sentían el uno por el otro. Aquel día, María lo intentó una vez más, no podía hacerle esto a Laura, a la que siempre había estado tan unida, pero entonces él le dijo seis palabras:



  • Si me dejas, me quedaré muerto.



 María lo miró y asintió en silencio y Carlos salió de casa con su paraguas. No había marcha atrás. En ese momento  se rindió a la evidencia de que había que elegir: o sufría Laura , o tres personas serían infelices el resto de sus vidas.



Y ahora, mientras consolaba a su hermana, volvió a abrazarla antes de hablar, sabiendo que sería el último abrazo entre las dos.